משל מעשרת עלמות
Parábola de las Diez Doncellas
En la parábola de las diez vírgenes, se presenta una imagen bastante vívida de una boda oriental. El novio se dirige a la casa de la novia, para reclamarla y recibirla, y en su camino de la casa de ella, después de encontrarse con la novia, las damas de honor están esperando la venida del novio para encontrarse con el novio y con la novia, para poder acompañar a ambos a la casa del novio, donde se encuentra el banquete.
La procesión tomaba lugar en la noche, y las doncellas eran provistas con antorchas, las cuales eran alimentadas con un pequeño sócalo alrededor de la llama que contenía aceite. Entre las cuales, cinco de ellas, según la parábola, eran sabias, y las otras cinco eran insensatas. La distinción entre las sabias y las insensatas, es que las primeras llevaban consigo mismas una provisión de aceite de reserva porque previeron las consecuencias, mientras que las otras no. Las primeras están preparadas, las últimas son descuidadas. (Paul Philip Levertoff en Matái xxv)
Son diez doncellas en total. Una sinagoga, o comunidad, consistía no sino de diez para arriba de miembros. El número "diez" fue tomado en gran aviso de, y utilizado entre los judíos para establecer una congregación, con ellos, que estaba compuesta por diez personas, y menos de ese número no hacia una congregación (Mishná, Sanedrín, c. 1. sec. 6; Talmud Ierushalmi, Berakot, fol. 11. 3). Esto indica que las diez vírgenes son los miembros que componen la comunidad de Dios.
Al tardarse el marido, todas durmieron, y a media noche se escuchó la voz de alguien anunciando la venida del esposo. Las diez doncellas se levantaron, y tomaron sus lámparas, las sabias tenían aceite suficiente, las imprudentes no tenían aceite para las lámparas, y por ende no tenían luz cuando vino el marido a su encuentro.
La lámpara es la luz espiritual interna, la vida espiritual, la luz (o lámpara) es una figura utilizada para representar la luz de la vida interna como continuamente ardiendo, es la neshamá, el alma divina (Prv. 20:27).
Hay personas que suelen tomar la vida espiritual, pero se conforman con lo que tienen. No van en búsqueda de más mediante el estudio y las buenas obras, no ejercen esa vida, acomodados creen haber alcanzado todo, creyendo que esa vida espiritual nunca se apagará. Transforman su alma o vida interna en un estado inactivo, vegetaron. Esa vida espiritual en ellos se disipa poco a poco, y no se dan cuenta, ni se percatan del accidente. Y cuando venga el Mashíaj, que es el marido justo por excelencia y perfección, se darán cuenta que no tienen aceite para mantener sus lámparas encendidas que es el fuego que representa la Presencia Divina. Similar a lo que Ieshúa enseñó en otra parte: «El reino de los cielos se parece a una mujer que transportaba un recipiente lleno de harina. Mientras iba por un largo camino, se rompió el asa y la harina se fue desparramando a sus espaldas por el camino. Ella no se dio cuenta ni se percató del accidente. Al llegar a casa puso el recipiente en el suelo y lo encontró vacío» (Divréi Ha-Mashíaj "Dichos del Mashíaj" o Evangelio de Tomá 97). Así es con la vida espiritual, el hombre toma la vida espiritual, más no la alimenta mediante buenas obras y su búsqueda en Ieshúa en la unión con Dios que es mediante el estudio de la Torá que mantiene el fuego de la Presencia Divina ardiendo en el alma del hombre, no está alerta de ella, no le presta atención, pues al ya tenerla se acomoda en un estado de inertes, dejadez, de ociosidad, en un estado inactivo, de vegetal, acomodado con lo que tiene cree haberlo alcanzado todo con el simple hecho de creer en la venida del marido, y no hacer con las manos lo que con la voz dice. Estos hombres no tendrán a Dios. Tienen ciertamente aceite las vírgenes necias, pero no abundante, porque lo abandonaron, creyeron que con lo que obtuvieron al principio era suficiente para llegar al día de las bodas y entrar al palacio del Rey.
Bien se entiende por aceite la pureza de las buenas obras.
El reino de los cielos, del presente tiempo, se llama la kahál קהל (o asamblea); como se lee en I Evangelio: "Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen iniquidad" (Matái 13:41). Los que rectamente tienen fe y creen y que alimentan esa lámpara del alma interna cuando justamente viven, son comparados a las cinco vírgenes prudentes. Pero los que confiesan en verdad la fe de Ieshúa, pero no se preparan con buenas obras para mantener ardiendo la lámpara de la vida espiritual, son como las cinco vírgenes necias. Por lo que añade: cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. La división entre cinco prudentes y cinco necias, debe entenderse en absoluto de los preparados previsores y de los imprudentes, imprevisores. Y es de notar que todas llevan lámparas, pero no todas tienen aceite suficiente, sigue pues: "Pero las cinco necias no tomaron aceite", etc. Aceite tienen las vírgenes, que según la fe se adornan con buenas obras. No tienen aceite los que parece que profesan la misma fe, pero descuidan la práctica de las virtudes. La fe sin obras es muerta, y si la vida interna no se alimenta con buenas obras y la búsqueda de Dios en el estudio de la Torá, que es el aceite necesario para hacer funcionar la lámpara, el alma muere, la luz de lámpara llega a su fin y se apaga.
Dormitaron (vv. 5), esto es, murieron. Por consiguiente, dice: "durmieron" porque después han de ser despertadas de su sueño. Por esto, pues, dice: "haciéndose esperar el esposo", manifestó que no es corto el tiempo que ha de pasar entre la primera y segunda venida del Mashíaj. Las sabias también durmieron, pero sus corazones, la vida interna, sus lámparas, estaban despiertas, como está escrito " Yo dormía, pero mi corazón velaba" (Cnt. 5.2).
Las necias como obrando perezosamente en sentido espiritual, pero no abandonaron las lámparas ni desconfiaron de la conservación del aceite las prudentes. De lo que sigue: "a la media noche, pues, se dio la voz", etc.
A media noche, esto es, cuando nadie lo sabe ni lo espera.
De repente, y como en intempestiva hora de la noche, tranquilos todos, y cuando sea más pesado el sueño, los ángeles que precedan al Marido anunciarán al clamor de sonoras trompetas la venida de Ieshúa, significada por estas palabras: "He aquí que viene el esposo; salid a su encuentro".
Son los ángeles mediante el Rúaj Haqódesh los custodios de las almas, que clamando despiertan interiormente a todos los que duermen: "He aquí que viene el esposo, salid a su encuentro", y a esta excitación que todos oyeron, se levantaron. Pero no todos prepararon bien sus lámparas, por lo que sigue: "Entonces todos se levantaron, y prepararon sus lámparas", etc.
Entonces todas las vírgenes se levantan porque tanto los elegidos como los réprobos despiertan del sueño de la muerte; preparan sus lámparas, porque cuentan en su conciencia sus obras, por las que esperan recibir la bonanza.
Tomar las lámparas, es volver las almas a sus cuerpos; y su luz es la conciencia de las buenas obras, que brilla en los vasos de los cuerpos.
Pero las lámparas de las vírgenes necias se apagan, porque las obras, que por de fuera parecían buenas a los hombres, a la venida del Juez quedan por dentro oscuras. Por lo que sigue: Las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite", etc. ¿Por qué piden entonces aceite a las prudentes, sino porque a la venida del Juez se encuentran interiormente vacías, y buscan apoyo fuera de sí? Como si desconfiadas de sí mismas digan a sus prójimos: porque veis que nosotras seremos rechazadas por falta de buenas obras, sed vosotras testigos de que las hicimos.
Se acostumbra siempre buscar aquello que nos complace.
Pero las vírgenes que sienten apagarse sus lámparas, hacen ver que en parte alumbran; pero no con luz inextinguible, ni con obras duraderas. Si, pues, alguno tiene alma pura y ama la honestidad, no debe contentarse con aquellas obras mediocres y que pronto se agostan; sino con perfectas virtudes para que brillen eternamente.
Estas vírgenes no sólo eran necias porque descuidaron las obras de justicia y misericordia, sino que también, porque creyeron que encontrarían aceite en donde inútilmente lo buscaban. Aunque nada hay más misericordioso que aquellas vírgenes prudentes, que por su caridad fueron aprobadas; sin embargo, no accedieron a la súplica de las vírgenes necias. Respondieron, pues, diciendo: "No sea que falte para nosotras y para vosotras", etc. De aquí, pues, aprendemos que a nadie de nosotros podrán servirles otras obras sino las propias suyas.
Las vírgenes prudentes responden así no por avaricia, sino por temor, pues cada uno recibirá el premio por sus obras. Ni en el día del juicio podrán compensarse los vicios de los unos con las virtudes de los otros. Aconsejan las vírgenes prudentes, que no vayan a recibir al esposo sin aceite en las lámparas. Y sigue: "Más vale que vayáis a la tienda y lo compréis".
No se crea que dieron un consejo, sino que les recordaron indirectamente su descuido. Los aduladores que alabando lo que es falso o lo que ellos ignoran, meten a las almas en el camino del error, halagándolas como fatuas con falsas satisfacciones, venden también aceite, recibiendo en pago de él alguna gracia temporal. Dice, por tanto: "Id a los vendedores y compráoslo" esto es, veamos ahora quién las ayuda de los que acostumbraron a venderles alabanzas y adulaciones. Dicen, pues: "No suceda que falte para nosotras y para vosotras" porque de nada sirve el testimonio ajeno en la presencia de Dios, que ve los secretos del corazón. Y apenas a cada uno le basta el testimonio de su conciencia.
"Mientras fueron a comprarlo"; se encuentran algunos que cuando debieron aprender algo útil lo despreciaron y al fin de la vida cuando quieren aprender, los coge la muerte. El tiempo corre ¿Qué estás tú haciendo? ¿Tienes aceite, obras de caridad, justicia, misericordia y amor? ¿Cómo estás obrando? ¿Estás estudiando Torá? ¿En dónde están puestos tus ojos? ¿En este mundo que perecerá, o en el mundo venidero que permanece para siempre, que es el reino del Mashíaj?
Después del día del juicio no hay lugar para las buenas obras y la justificación, la puerta está cerrada.
Recibidos en el reino de los cielos aquéllos que han cambiado su vida por la de los ángeles se cierra la entrada; porque después del juicio no tienen lugar los méritos ni las súplicas.
Y sin embargo, cuando ya no hay lugar a penitencia vienen las vírgenes necias pidiendo que se les abra. Por lo que sigue: "Vienen últimamente las demás vírgenes diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!", etc.
En verdad es magnífica confesión esta apelación a Dios y es digno de premio este indicio de fe, pero ¿de qué sirve invocar con la voz a quien niegas con las obras? Hasta que tus manos hagan lo que dice tu voz, serás un verdadero creyente, y entonces entrarás al palacio del Rey.
Estas vírgenes, que tomando sus lámparas, que es la vida espiritual interna, el alma divina, y que salieron a recibir al esposo, representan a los fieles, que acompañados de sus buenas obras, que es el aceite especial, esperan la venida de Ieshúa; pero entre estos hay muchos, que semejantes a las vírgenes necias viven descuidados, y no se previenen con obras de misericordia, justicia, amor, y de otras virtudes hechas en perfecta caridad para recibirle a la hora de la muerte. De verdad que la fe y la vida interna que es el alma divina del hombre son muertas al no confirmarlas mediante las obras del amor y la justicia.
No vivas tú entre tinieblas, sino que la luz de la razón te alumbre siempre dándote a conocer lo que debes de evitar. Este mundo es una noche, pero tienen encendidas sus lámparas los que llevan una vida práctica o activa en las buenas obras de la justicia y el amor. Porque tal es costumbre de los que trabajan, a quienes convienen antorchas ardientes, esto es el don de la discreción, para que puedan conocer en la práctica, no sólo lo que conviene hacer, sino cómo debe hacerse. No basta no obrar mal, sino que cada cual debe esforzarse por practicar buenas obras para alimentar el alma, que es la lámpara del hombre.
Mantente alerta, no duermas, no caigas, no desmayes, pues no sabes el día ni la hora en que el Mashíaj vendrá. Mantén tu lámpara encendida. No sólo ignoramos en qué tiempo ha de venir el esposo, sino que también la hora de la muerte, para la que cada uno debe estar preparado y aun preparado, se encontrará sorprendido cuando suene aquella voz, que despertará a todos. El propósito de la presente parábola es, probar la misma verdad que en las precedentes; esto es, la necesidad de la vigilancia que debemos tener, para que no nos sorprenda el último día, ya sea el de nuestra vida, ya el del mundo; esto es, o el de nuestro juicio particular, o el del general de todos los hombres.
Busca lo que le convenga a tu alma, que es tu lámpara, porque de nada servirá toda una vida de fe, si no demuestras ser perfecto hasta el último día (Didajé iii, 10).