Este discurso es situado expresamente por el evangelista al fin del pasaje, “en el templo” (v.20) y “en la tesorería” (v.20). Este discurso está pronunciado en la fiesta de los Tabernáculos (Jn. 7.1.14; Jn. 8.2.12), como también se ve por la alusión a la luz.
Ieshúa, acaso como gritando (Jn. 7.28, 37), dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en la tiniebla, sino que tendrá la luz de vida.”
La misma se encuentra pronunciada por Ieshúa en otra ocasión (Jn. 9.5; Jn. 12.46). “Yo soy la Luz del mundo.”
Consta por la Mishna (Sucá 5.1-4) que en la primera noche y en la octava de la fiesta de los Sucot-Tabernáculos ardían en el “atrio de las mujeres” cuatro enormes candelabros de oro, de 50 codos de altura (más de 25 metros), sobresaliendo unos 13 sobre los muros del recinto, cargados de innumerables luces, y a cuyo resplandor los hombres y los miembros más destacados bailaban, los primeros llevando en sus manos teas encendidas, mientras los levitas tocaban instrumentos músicos y cantaban salmos. Estos cuatro candelabros de oro se encendían para conmemorar la columna de fuego y la nube en las que “IHVH iba delante de ellos para alumbrarles, y para que así pudiesen marchar lo mismo de día que de noche” (Éxodo 13.21, 22). También vinieron a significar la luz de la presencia divina y la luz de la Torá. [1]
Es muy probable que esta imagen, con la que Ieshúa se proclamó “la Luz del mundo,” esté evocada aquí por estas luminarias de la fiesta de los Tabernáculos. Al utilizarla así el Mesías, evocaba dos cosas: a) que era a su “luz” a la que debían gozarse y vivir; b) y siendo aquellas luminarias evocación de la columna de fuego y nube en la que Dios marchaba ante ellos, para conducirlos por el desierto (Éx 13.21, 22); y siendo símbolo de la presencia de Dios, Ieshúa, al legislar en la zona moral y religiosa de los hombres, venía a identificarse ahora con la luz providente de Dios. Era un modo de evocar, conforme a procedimientos semitas y bíblicos conocidos — de “alusión” y “traslación” — , su divinidad.
Así es como comprendieron el mensaje los rabinos que estaban presentes. Así en su literatura, en Bamidbar Rabá dice: "Los israelitas dijeron a Dios, Amo del universo, tú nos has enviado a encender lámparas para ti, pero tú eres la Luz del Mundo, y en ti habita la luz." Ieshúa, por lo tanto, asume aquí un título muy conocido del Ser Supremo, y con esto nos encontramos con los fariseos enormemente ofendidos.
La luz es además símbolo de la salud mesiánica (Is 9.1; 42.6; 49.6; Barúj 4.2). El mismo Mesías era llamado Luz. Dios le puso “como Luz de las naciones” (Is 49.6; 60.1). El anciano Shimeón llama al Mesías “Luz para revelación de las gentes” (Lc 2.32). Asimismo lo llaman los escritos rabínicos: “El nombre del Mesías es Luz.” (Bereshit Rabá 3.4; Ejai Rabati 68.4). Y en Qumrán aparece la expresión “luz de vida” por camino de salvación (1 Qs 3.7).
De aquí que el que le “sigue,” que es hacerse su discípulo, no está en “tinieblas,” que es moralmente muerte, sino que le es “luz de vida,” es decir, esa “vida que estaba” en el Habla (Jn. Cap. 1), y que se hace luz para que los hombres tengan con ella la verdadera vida: “y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1.4).
"El que me sigue, no anda en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida". No cree suficiente el decir, "Tendrá la luz", sino que añade "de la vida". Estas palabras de Ieshúa están conformes con las del Salmo: "Con tu luz veremos la luz, porque en ti se encuentra la fuente de la vida" (Sal 35.10). Y en sentido espiritual, "No andará en tinieblas", significa que no permanecerá en la confusión y el error, pues él como la columna de fuego y la nube, los alumbrará y los guiará a la verdad, "Para alumbrar a aquellos que están sentados en la sombra y en las tinieblas de la muerte" (Lc 1.79). Así Ieshúa, queriendo demostrar que no era un profeta, sino el dominador de todo el universo, dijo: "Yo soy la luz", no sólo de Galilea, ni de Palestina, ni de Judea, sino la "luz del mundo".
Notas:
[1] Para las columnas dos elementos: Esh, fuego, y Máim, agua. Ya que la columna era de fuego y la nube obviamente de máim (agua). Esh-fuego, su valor numérico 301, y Máim-agua, su valor numérico 90. Sumándolos poseen el valor numérico que también posee el nombre Iehoshúa, 391, el nombre del Mesías. Ya que Iehoshúa y Ieshúa son el mismo nombre, uno completo y el otro la forma corta. Esto indica que así como Pablo enseña que la Roca que seguía a los israelitas era el Mesías (1Co 10.4), así también la nube y la columna de fuego que guiaba a Israel, era el Mesías.
Ieshúa, acaso como gritando (Jn. 7.28, 37), dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en la tiniebla, sino que tendrá la luz de vida.”
La misma se encuentra pronunciada por Ieshúa en otra ocasión (Jn. 9.5; Jn. 12.46). “Yo soy la Luz del mundo.”
Consta por la Mishna (Sucá 5.1-4) que en la primera noche y en la octava de la fiesta de los Sucot-Tabernáculos ardían en el “atrio de las mujeres” cuatro enormes candelabros de oro, de 50 codos de altura (más de 25 metros), sobresaliendo unos 13 sobre los muros del recinto, cargados de innumerables luces, y a cuyo resplandor los hombres y los miembros más destacados bailaban, los primeros llevando en sus manos teas encendidas, mientras los levitas tocaban instrumentos músicos y cantaban salmos. Estos cuatro candelabros de oro se encendían para conmemorar la columna de fuego y la nube en las que “IHVH iba delante de ellos para alumbrarles, y para que así pudiesen marchar lo mismo de día que de noche” (Éxodo 13.21, 22). También vinieron a significar la luz de la presencia divina y la luz de la Torá. [1]
Es muy probable que esta imagen, con la que Ieshúa se proclamó “la Luz del mundo,” esté evocada aquí por estas luminarias de la fiesta de los Tabernáculos. Al utilizarla así el Mesías, evocaba dos cosas: a) que era a su “luz” a la que debían gozarse y vivir; b) y siendo aquellas luminarias evocación de la columna de fuego y nube en la que Dios marchaba ante ellos, para conducirlos por el desierto (Éx 13.21, 22); y siendo símbolo de la presencia de Dios, Ieshúa, al legislar en la zona moral y religiosa de los hombres, venía a identificarse ahora con la luz providente de Dios. Era un modo de evocar, conforme a procedimientos semitas y bíblicos conocidos — de “alusión” y “traslación” — , su divinidad.
Así es como comprendieron el mensaje los rabinos que estaban presentes. Así en su literatura, en Bamidbar Rabá dice: "Los israelitas dijeron a Dios, Amo del universo, tú nos has enviado a encender lámparas para ti, pero tú eres la Luz del Mundo, y en ti habita la luz." Ieshúa, por lo tanto, asume aquí un título muy conocido del Ser Supremo, y con esto nos encontramos con los fariseos enormemente ofendidos.
La luz es además símbolo de la salud mesiánica (Is 9.1; 42.6; 49.6; Barúj 4.2). El mismo Mesías era llamado Luz. Dios le puso “como Luz de las naciones” (Is 49.6; 60.1). El anciano Shimeón llama al Mesías “Luz para revelación de las gentes” (Lc 2.32). Asimismo lo llaman los escritos rabínicos: “El nombre del Mesías es Luz.” (Bereshit Rabá 3.4; Ejai Rabati 68.4). Y en Qumrán aparece la expresión “luz de vida” por camino de salvación (1 Qs 3.7).
De aquí que el que le “sigue,” que es hacerse su discípulo, no está en “tinieblas,” que es moralmente muerte, sino que le es “luz de vida,” es decir, esa “vida que estaba” en el Habla (Jn. Cap. 1), y que se hace luz para que los hombres tengan con ella la verdadera vida: “y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1.4).
"El que me sigue, no anda en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida". No cree suficiente el decir, "Tendrá la luz", sino que añade "de la vida". Estas palabras de Ieshúa están conformes con las del Salmo: "Con tu luz veremos la luz, porque en ti se encuentra la fuente de la vida" (Sal 35.10). Y en sentido espiritual, "No andará en tinieblas", significa que no permanecerá en la confusión y el error, pues él como la columna de fuego y la nube, los alumbrará y los guiará a la verdad, "Para alumbrar a aquellos que están sentados en la sombra y en las tinieblas de la muerte" (Lc 1.79). Así Ieshúa, queriendo demostrar que no era un profeta, sino el dominador de todo el universo, dijo: "Yo soy la luz", no sólo de Galilea, ni de Palestina, ni de Judea, sino la "luz del mundo".
Notas:
[1] Para las columnas dos elementos: Esh, fuego, y Máim, agua. Ya que la columna era de fuego y la nube obviamente de máim (agua). Esh-fuego, su valor numérico 301, y Máim-agua, su valor numérico 90. Sumándolos poseen el valor numérico que también posee el nombre Iehoshúa, 391, el nombre del Mesías. Ya que Iehoshúa y Ieshúa son el mismo nombre, uno completo y el otro la forma corta. Esto indica que así como Pablo enseña que la Roca que seguía a los israelitas era el Mesías (1Co 10.4), así también la nube y la columna de fuego que guiaba a Israel, era el Mesías.