Después de las Bienaventurazas, Ieshúa aún ubicado en el Monte hablando a las multitudes (Mt 5.1), se dirige al pueblo de Israel, y probablemente las palabras sean dirigidas a aquellos que eran sus discípulos:
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. (Mt 5.13)
Un proverbio de Jerusalén (Ketuvot 66b Baraita 32 Avot del rabino Natán 17), que proviene ya de la época de Ieshúa, nos ayudan a comprender el significado metafórico de la sal en los proverbios. Se ha transmitido en dos versiones:
A. “La sal del dinero es la necesidad” (מלח ממון חסר). El proverbio podría explicarse que sólo cuando una persona ha experimentado necesidad sabe cómo valorar el dinero. Sin embargo, esto no encaja en el contexto. El proverbio es la respuesta a la pregunta que Rabán Iojanán b. Zakái (d. c. 80) dirigió a la hija de Nakdomon b. Gorion: "¿Qué ha sido de la riqueza de la casa de tu padre?". Por lo tanto, debe contener una afirmación sobre los gastos del dinero. Rashí probablemente da con el sentido correcto: “Quien quiera poner sal a su dinero, es decir, quiere hacer que su riqueza conserve la permanencia, siempre debe dejar que se pierda en la caridad. Su pérdida es su permanencia.” Si esta interpretación da con el sentido real del proverbio, entonces la segunda versión solo parece ser una lectura destinada a hacer que el significado se entienda más fácilmente:
B. “La sal del dinero es la benevolencia” (מלח ממון חסד): Es decir, la permanencia y la conservación de las riquezas y su valor real, es la práctica de la misericordia y la benevolencia. De la misma manera, los discípulos de Iehúa deben ser sal de la tierra. La permanencia de la tierra con vida y santidad es la impartición de la vida eterna a la humanidad mediante la proclamación y divulgación del Evangelio.
Además de esto, varias civilizaciones antiguas usaban la sal como fertilizante para el suelo y, dependiendo de las condiciones, podía ayudar a la tierra a retener agua, hacer que los campos fueran más fáciles de arar, liberar minerales para las plantas, eliminar malas hierbas, proteger los cultivos de enfermedades y gusanos, estimular el crecimiento y aumentar rendimientos. Ieshúa describe específicamente a su pueblo como la sal de la tierra, lo que en una cultura agrícola rural habría sido significativo. Los discípulos son fertilizantes de la tierra para que esta permanezca sana y limpia de malas hierbas, enfermedades y gusanos (entiéndase espiritualmente). El discípulo de Ieshúa es enviado para enriquecer y sanar la vida de las personas, eliminar las falsas doctrinas, la maldad en el hombre, y estimular el crecimiento, y mientras nos dispersamos, la vida brota en lugares inesperados. Las tierras yermas se vuelven fructíferas cuando el pueblo de Dios es redimido, como dice el profeta, “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa.” (Is 35:1). Además, la sal era para conservar aquello a lo que se aplicaba, pero la sal no adquiere el sabor ni los atributos de lo que se envía a conservar. Representaba la idea de cambiar a los demás, pero manteniéndose pura. Los discípulos de Ieshúa, enviados como la sal, a purificar y mantener la tierra de la doctrina sana y con vida eterna del Evangelio, deben influir en las naciones pero no dejar que ellos sean influenciados por las naciones. Y es que en el momento que la sal pierde su función, es pisoteada por los hombres: "pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres." (Mt 5.13). Israel estaba destinado a ser la sal de la tierra para las naciones, es decir, que esta permanezca pura, limpia, sana y eterna, mediante la promulgación del verdadero Dios, su Torá y Evangelio, pero al no funcionar de esta manera, fue destruido y pisoteado por los hombres romanos en el año 70 d.C.
A. “La sal del dinero es la necesidad” (מלח ממון חסר). El proverbio podría explicarse que sólo cuando una persona ha experimentado necesidad sabe cómo valorar el dinero. Sin embargo, esto no encaja en el contexto. El proverbio es la respuesta a la pregunta que Rabán Iojanán b. Zakái (d. c. 80) dirigió a la hija de Nakdomon b. Gorion: "¿Qué ha sido de la riqueza de la casa de tu padre?". Por lo tanto, debe contener una afirmación sobre los gastos del dinero. Rashí probablemente da con el sentido correcto: “Quien quiera poner sal a su dinero, es decir, quiere hacer que su riqueza conserve la permanencia, siempre debe dejar que se pierda en la caridad. Su pérdida es su permanencia.” Si esta interpretación da con el sentido real del proverbio, entonces la segunda versión solo parece ser una lectura destinada a hacer que el significado se entienda más fácilmente:
B. “La sal del dinero es la benevolencia” (מלח ממון חסד): Es decir, la permanencia y la conservación de las riquezas y su valor real, es la práctica de la misericordia y la benevolencia. De la misma manera, los discípulos de Iehúa deben ser sal de la tierra. La permanencia de la tierra con vida y santidad es la impartición de la vida eterna a la humanidad mediante la proclamación y divulgación del Evangelio.
Además de esto, varias civilizaciones antiguas usaban la sal como fertilizante para el suelo y, dependiendo de las condiciones, podía ayudar a la tierra a retener agua, hacer que los campos fueran más fáciles de arar, liberar minerales para las plantas, eliminar malas hierbas, proteger los cultivos de enfermedades y gusanos, estimular el crecimiento y aumentar rendimientos. Ieshúa describe específicamente a su pueblo como la sal de la tierra, lo que en una cultura agrícola rural habría sido significativo. Los discípulos son fertilizantes de la tierra para que esta permanezca sana y limpia de malas hierbas, enfermedades y gusanos (entiéndase espiritualmente). El discípulo de Ieshúa es enviado para enriquecer y sanar la vida de las personas, eliminar las falsas doctrinas, la maldad en el hombre, y estimular el crecimiento, y mientras nos dispersamos, la vida brota en lugares inesperados. Las tierras yermas se vuelven fructíferas cuando el pueblo de Dios es redimido, como dice el profeta, “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa.” (Is 35:1). Además, la sal era para conservar aquello a lo que se aplicaba, pero la sal no adquiere el sabor ni los atributos de lo que se envía a conservar. Representaba la idea de cambiar a los demás, pero manteniéndose pura. Los discípulos de Ieshúa, enviados como la sal, a purificar y mantener la tierra de la doctrina sana y con vida eterna del Evangelio, deben influir en las naciones pero no dejar que ellos sean influenciados por las naciones. Y es que en el momento que la sal pierde su función, es pisoteada por los hombres: "pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres." (Mt 5.13). Israel estaba destinado a ser la sal de la tierra para las naciones, es decir, que esta permanezca pura, limpia, sana y eterna, mediante la promulgación del verdadero Dios, su Torá y Evangelio, pero al no funcionar de esta manera, fue destruido y pisoteado por los hombres romanos en el año 70 d.C.