En Mt 5 (cf. Lc 6), Ieshúa asciende a una montaña. En Lc, para este sermón, Ieshúa “baja” (Lc 6:12.13). Probablemente se debe a un procedimiento redaccional. Ambos indican que las bienaventuranzas están dirigidas a sus discípulos: "sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo (Mt 5:1-2): "Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía" (Lc 6:20). Así, la enseñanza no está dirigida principalmente a las multitudes con el fin de ganarlas para el Reino (Mt 5.1, 11, 12; Lc 6.20), sino que es una instrucción dada a "sus discípulos" que ya han aceptado el llamado.
Si las bienaventuranzas se dieron en presencia del pueblo (cf. Mt 7.28), sería también para aquellos que tienen "oídos para oír". Ellos también podrían ser despertados al arrepentimiento y la fe, y convertirse en discípulos de Ieshúa y ciudadanos de su Reino.
Ieshúa concluye las bienaventuranzas anunciando su razón: como discípulos del Mesías, ellos habrían de sufrir: "Dichosos sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan" (Mt 5:11).
Bienaventurado
El hebreo para bienaventurado es "dichoso" (ashréi), como dirá en la profecía de Malaquías: "Y todas las naciones os dirán dichosos; porque seréis tierra deseable, dice el Eterno de los ejércitos. (Malaquías 3:12). El remanente justo del pueblo de Israel había dicho en su corazón: "Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su Torá, y que andemos afligidos en presencia del Eterno de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados /Dichosos son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon." (Malaquías 3:14-15). En las bienaventuranzas de Mt 5, se describe la felicidad y dicha de los discípulos de Ieshúa que padecen persecución debido a su identificación con su Nombre, pues serán herederos y ciudadanos de su Reino.
Las Características que Identifican a los Discípulos de Ieshúa
En Mateo 5 las Bienaventuranzas son una guía sobre cómo debe comportarse el discípulo de Ieshúa , según la justicia que debe regir su conducta. La escena se asemeja a la de un rabino que pregunta a su nuevo discípulo si está dispuesto a asumir el yugo que él mismo lleva. Si el discípulo acepta el llamado, deberá imitar al rabino y cargar con el mismo yugo. Las bienaventuranzas representan la imagen y el carácter de Ieshúa, y reflejan su deseo de que sus discípulos lo imiten. Ieshúa les enseñará a los nuevos discípulos que, para ser reconocidos como verdaderos discípulos suyos, debido a su identificación con su Nombre, deberán cargar con el yugo del sufrimiento, la adversidad y la persecución. Frente a estas pruebas, deberán demostrar un comportamiento acorde con los valores y principios que caracterizan a los discípulos de Ieshúa. De esta manera, la Bienaventuranzas era la propuesta para los nuevos discípulos de Ieshúa, quienes deben estar dispuestos a llevar su yugo. Deberán asumir esta carga y mantener un comportamiento ejemplar, especialmente en momentos de cruel opresión por parte de los impíos debido a su identificación con su Nombre. Al cumplir con estas características, serán considerados sus discípulos, y Elohím les mostrará misericordia. La recompensa será heredar el Reino de Elohím en el mundo venidero. Según las Bienaventuranzas la herencia del Reino será otorgada sin duda, pero selectivamente. No irá a los malvados sino a aquellos que confían en el Eterno y hacen el bien (cf. Salmo 37:3), aquellos que esperan en el Eterno (cf. Salmo 37:9, 34), los mansos (cf. Salmo 37:11) y los justos (cf. Salmo 37:29). Se asemeja a la instrucción del rey David, y la guía que él ofrece en el Samo 37 sobre cómo debía de comportarse un ciudadano de su reino ante la adversidad.
Ieshúa llama a sus discípulos por el término pobres, en la Torá se refiere aquellos que dependen de otros, así los pobres en espíritu son aquellos que dependen y confían en su Dios. Sus discípulos no solo fueron monetariamente pobres, ellos también lo fueron en el espíritu. Dice la profecía que sobre estos habitará la Presencia Divina: "miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra" (Isaías 66:2). Los que lloran son los enlutados, lloran al ver que el mal reina en la tierra. Los discípulos experimentarán tristeza por todas las dificultades que enfrentarán y por todo lo que dejarán atrás debido a su compromiso con Ieshúa. Sin embargo, su recompensa será considerable en el más allá. Con los mansos, el término procede del Sal 37.11, significa «lentos para la ira» ante la adversidad de los malvados, cualidad que caracteriza a los discípulos santos de Ieshúa. Con los misericordiosos se refiere al perdón del prójimo (Mt 6,12.14-15; 18,35), al amor (9,13; 12,7; 23,23), especialmente al necesitado (Mt 25,31-46), e incluso a los propios enemigos (5,44-47). Se excluye con los mansos y los misericordiosos así toda idea de venganza. Con los puros, en el Tanaj (AT) se refiere a la purificación de la impureza ritual y moral (Sal 24,4; 51; Is 1,10-20). En boca de Ieshúa, «pureza de corazón» se coloca cerca de la justicia e incluye la fidelidad a la alianza, la lealtad a Dios y a él mismo, hasta la muerte, mediante la observancia de sus mandamientos y una entrega íntegra, a pesar, de las persecuciones que experimenten. Los hacedores de paz: este término se basa en la idea de "shalom" que encontramos en el Tanáj (AT), un concepto multifacético que implica un bienestar integral que se obtiene con los otros al buscar la reconciliación y excluye la ira, venganza y la violencia. La construcción de la paz se relaciona estrechamente con el amor, que se extiende desde el prójimo hasta el enemigo, buscando así la coexistencia pacífica en lugar de recurrir a respuestas violentas.
Ieshúa no solo proclamó la redención futura de aquellos que son ciudadanos de su Reino, es decir, sus discípulos, sino que transformó un breve manifiesto mesiánico en un código de conducta, una enumeración de cualidades o virtudes deseables para quienes son sus discípulos y herederos del Reino. Les advirtió que, si aspiran a ser sus discípulos, seguramente enfrentarán sufrimiento, incluso la muerte, pero también recibirán recompensa. Cada una de las bienaventuranzas se estructura mediante un paralelismo sintético, y todas las recompensas serán otorgadas en el Reino de Dios. Allí Dios confortará, saciará, mostrará misericordia y los llamará.
Ieshúa finaliza su enseñanza comparando a aquel que pone en práctica sus palabras con un hombre sabio que construye su casa sobre la firmeza de la roca, en contraste con la inestabilidad de la arena como cimiento, lo cual previene su derrumbe (Mateo 7:24-29).
Quienes no cumplen con estas características, incluso si profesan ser sus discípulos, no son considerados discípulos de Ieshúa y no forman parte de su Reino: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mt 7:21-24).
Ieshúa concluye las bienaventuranzas con un anuncio fundamental: como seguidores del Mesías, los discípulos enfrentarían adversidades. Él declara: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os insulten y os persigan" (Mateo 5:11).
Con este anuncio, Ieshúa anticipó una nueva ola de persecución y exilio (cf. Mateo 24) para aquellos que serán afligidos por causa de su fe. Los versículos 11 y 12 marcan la conclusión de las Bienaventuranzas, haciendo referencia a aquellos que, debido a su testimonio por Ieshúa, enfrentarán persecución, aflicción e incluso la muerte. Al colocar esta advertencia al final, se establece la conducta que los seguidores del Reino deben adoptar frente a cualquier forma de persecución. Se les insta a no responder con venganza, sino con amor, compasión y paz. De esta manera, imitan el comportamiento y la actitud de Ieshúa en su camino hacia la cruz. Además, se enfatiza la importancia de mantener la alegría en todo momento, ya que son considerados dichosos porque tienen la promesa de entrar en el Reino de Ieshúa. La señal distintiva señal es que serán perseguidos por causa de su fe.
Midrásh en Moshé
Midrásicamente el escenario evoca a Moshé que vio la Tierra del Reino desde el monte Pisgá (Dt 3.27; Dt 34.1-4), y anunció esta buena noticia al pueblo de Israel que estaba por ingresar en ella (Dt 1.8). Así Ieshúa les muestra el Reino, pero el camino no es fácil (Mt 7.13-14). Evoca a los doce espías que fueron enviados por Moshé para explorar la tierra que habían de conquistar en medio de gigantes. Ahora Ieshúa envía a sus doce discípulos en medio de lobos rapaces (Mt 10.16). Los doce emisarios (sheliajím; apóstoles) de Moshé fallaron, fracasaron, en traer las buenas nuevas, pero los doce emisarios (sheliajím; apóstoles) de Ieshúa, llenos del Espíritu de Elohím, vencieron y se convirtieron en pregoneros de las Buenas Nuvas del Evangelio no solo en la Tierra Santa sino en todo el globo. Además, Ieshúa se sienta a enseñar en el monte, así como Moshé se sentó a enseñar (Éx 18.13-15): "Aconteció que al día siguiente se sentó Moshé a juzgar al pueblo....el pueblo viene a mí para aprender de Elohím".
La Sal de la Tierra
Procede a llamarlos la sal de la tierra, porque serán salados por Ieshúa mismo como herramienta para sobrevivir ante la persecución, pero si esta se hace insípida, es inservible y debe de ser arrojada y pisoteada. Estrictamente hablando, la sal no puede perder su sabor y seguir siendo sal. Así tiene que ser un buen maestro-discípulo de Ieshúa. Aquel que fue divinamente salado con todos los dones del Espíritu de Santidad, y luego retorna al camino del mal, pierde el Espíritu de Ieshúa. De esta manera, pierde su esencia, como diciendo que perdió el sabor, y figurativamente hablando, no podrá ser "salado" nuevamente: "Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio" (Hebreos 6:4-6).
La Luz del Mundo
Después les llamará "Luz del Mundo". Las imágenes suponen una casa oriental o judía de una sola habitación, con una lámpara de aceite hecha de arcilla y una cucharilla. Y el significado es que el discípulo de Ieshúa no vive solo para sí mismo, sino para los demás; cf. Mt 25,26; 2 Cor 4,7. La revelación del Mesías-Luz-del-Mundo, que han obtenido mediante la gracia, deberán de anunciarla, enseñarla y mostrarla. Deberán combatir el mal, representado por la oscuridad. Serán la luz, siempre que permitan que la Luz verdadera (Jn 1.3), habite en ellos. Así el versículo equilibra delicadamente la realización de buenas obras de la Torá, nuestra lámpara (Sal 119:105; Pro 6.23; cf. 2 Samuel 22:29), con la necesidad de evitar el orgullo y la atribución del mérito.
En todas estas descripciones de los discípulos, Ieshúa presupone que su Espíritu y su justicia se han convertido en el principio de su vida. Ellos son la luz del mundo, en cuanto derivan su luz de Aquel que es la verdadera luz del mundo (Ef 3:9; Fil 2:15), de la misma manera como son hijos de Dios cuando Aquel que es el Hijo eterno de Dios habita en ellos.
La enseñanza de Ieshúa, por más profunda que sea, no debe ser tratada como lecciones secretas, a diferencia de cómo los místicos y rabinos solían susurrar en el oído de otro rabino para evitar que otros escucharan. Ieshúa ordena a sus discípulos a difundir sus enseñanzas: "Nada hay oculto que no haya de manifestarse, ni ha sido escondido sino para que sea sacado a luz" (Mc 4:22-23). En otro lugar también dijo: "Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.". (Mt 10.27). La versión de la ilustración de la lámpara preservada en el Evangelio Apócrifo de Tomás está a favor con el contexto de Mc y Lc acerca de la transmisión de la enseñanza de Ieshúa: "Lo que escuchas con uno y otro oído, pregónalo desde la cima de vuestros tejados; pues nadie enciende una lámpara y la coloca bajo el celemín o en otro lugar escondido, sino que la pone sobre el candelero para que todos los que entran y salen vean su resplandor»." (Tomas 33).
Aquello que tenía la Ner HaOlam o la Luz Eterna, era la Casa de Dios, es decir, el Templo de Dios. Cuando el templo no cumple su función de ser luz para todas las naciones, debido a los líderes del pueblo de Israel, corre el riesgo de extinguirse, éste viene a apagarse, es decir, su destrucción es inminente. En este contexto, el nuevo templo sería aquel conformado por los discípulos de Ieshúa, cuya misión es ser luz para todas las naciones. En efecto, lo que dice a sus discípulos es lo siguiente: aunque os persigan, estáis llamados a servir al mundo al ser luz a ellos con la luz del Evangelio.
El Desafío
El concepto de Qal VaJómer, que significa "razonamiento lógico" en hebreo, plantea una reflexión importante para aplicar las Bienaventuranzas a nosotros los discípulos de Ieshúa de la era actual. Si los santos discípulos y mártires, que fueron perseguidos y brutalmente asesinados, fueron instruidos a responder con bondad, comprensión, paz y amor frente a la persecución, entonces lógicamente, ¿no debería un discípulo de Ieshúa, que no enfrenta tal persecución, manifestar estos mismos actos de amor hacia los demás? Si aquellos que sufrieron crueldades extremas no se quejaron ante la persecución y la injusticia, sino que mostraron mansedumbre, ¿no deberían condenar también a aquellos que, frente a dificultades menos graves, se quejan ante las vicisitudes de la vida?
Si las bienaventuranzas se dieron en presencia del pueblo (cf. Mt 7.28), sería también para aquellos que tienen "oídos para oír". Ellos también podrían ser despertados al arrepentimiento y la fe, y convertirse en discípulos de Ieshúa y ciudadanos de su Reino.
Ieshúa concluye las bienaventuranzas anunciando su razón: como discípulos del Mesías, ellos habrían de sufrir: "Dichosos sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan" (Mt 5:11).
Bienaventurado
El hebreo para bienaventurado es "dichoso" (ashréi), como dirá en la profecía de Malaquías: "Y todas las naciones os dirán dichosos; porque seréis tierra deseable, dice el Eterno de los ejércitos. (Malaquías 3:12). El remanente justo del pueblo de Israel había dicho en su corazón: "Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su Torá, y que andemos afligidos en presencia del Eterno de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados /Dichosos son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon." (Malaquías 3:14-15). En las bienaventuranzas de Mt 5, se describe la felicidad y dicha de los discípulos de Ieshúa que padecen persecución debido a su identificación con su Nombre, pues serán herederos y ciudadanos de su Reino.
Las Características que Identifican a los Discípulos de Ieshúa
En Mateo 5 las Bienaventuranzas son una guía sobre cómo debe comportarse el discípulo de Ieshúa , según la justicia que debe regir su conducta. La escena se asemeja a la de un rabino que pregunta a su nuevo discípulo si está dispuesto a asumir el yugo que él mismo lleva. Si el discípulo acepta el llamado, deberá imitar al rabino y cargar con el mismo yugo. Las bienaventuranzas representan la imagen y el carácter de Ieshúa, y reflejan su deseo de que sus discípulos lo imiten. Ieshúa les enseñará a los nuevos discípulos que, para ser reconocidos como verdaderos discípulos suyos, debido a su identificación con su Nombre, deberán cargar con el yugo del sufrimiento, la adversidad y la persecución. Frente a estas pruebas, deberán demostrar un comportamiento acorde con los valores y principios que caracterizan a los discípulos de Ieshúa. De esta manera, la Bienaventuranzas era la propuesta para los nuevos discípulos de Ieshúa, quienes deben estar dispuestos a llevar su yugo. Deberán asumir esta carga y mantener un comportamiento ejemplar, especialmente en momentos de cruel opresión por parte de los impíos debido a su identificación con su Nombre. Al cumplir con estas características, serán considerados sus discípulos, y Elohím les mostrará misericordia. La recompensa será heredar el Reino de Elohím en el mundo venidero. Según las Bienaventuranzas la herencia del Reino será otorgada sin duda, pero selectivamente. No irá a los malvados sino a aquellos que confían en el Eterno y hacen el bien (cf. Salmo 37:3), aquellos que esperan en el Eterno (cf. Salmo 37:9, 34), los mansos (cf. Salmo 37:11) y los justos (cf. Salmo 37:29). Se asemeja a la instrucción del rey David, y la guía que él ofrece en el Samo 37 sobre cómo debía de comportarse un ciudadano de su reino ante la adversidad.
Ieshúa llama a sus discípulos por el término pobres, en la Torá se refiere aquellos que dependen de otros, así los pobres en espíritu son aquellos que dependen y confían en su Dios. Sus discípulos no solo fueron monetariamente pobres, ellos también lo fueron en el espíritu. Dice la profecía que sobre estos habitará la Presencia Divina: "miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra" (Isaías 66:2). Los que lloran son los enlutados, lloran al ver que el mal reina en la tierra. Los discípulos experimentarán tristeza por todas las dificultades que enfrentarán y por todo lo que dejarán atrás debido a su compromiso con Ieshúa. Sin embargo, su recompensa será considerable en el más allá. Con los mansos, el término procede del Sal 37.11, significa «lentos para la ira» ante la adversidad de los malvados, cualidad que caracteriza a los discípulos santos de Ieshúa. Con los misericordiosos se refiere al perdón del prójimo (Mt 6,12.14-15; 18,35), al amor (9,13; 12,7; 23,23), especialmente al necesitado (Mt 25,31-46), e incluso a los propios enemigos (5,44-47). Se excluye con los mansos y los misericordiosos así toda idea de venganza. Con los puros, en el Tanaj (AT) se refiere a la purificación de la impureza ritual y moral (Sal 24,4; 51; Is 1,10-20). En boca de Ieshúa, «pureza de corazón» se coloca cerca de la justicia e incluye la fidelidad a la alianza, la lealtad a Dios y a él mismo, hasta la muerte, mediante la observancia de sus mandamientos y una entrega íntegra, a pesar, de las persecuciones que experimenten. Los hacedores de paz: este término se basa en la idea de "shalom" que encontramos en el Tanáj (AT), un concepto multifacético que implica un bienestar integral que se obtiene con los otros al buscar la reconciliación y excluye la ira, venganza y la violencia. La construcción de la paz se relaciona estrechamente con el amor, que se extiende desde el prójimo hasta el enemigo, buscando así la coexistencia pacífica en lugar de recurrir a respuestas violentas.
Ieshúa no solo proclamó la redención futura de aquellos que son ciudadanos de su Reino, es decir, sus discípulos, sino que transformó un breve manifiesto mesiánico en un código de conducta, una enumeración de cualidades o virtudes deseables para quienes son sus discípulos y herederos del Reino. Les advirtió que, si aspiran a ser sus discípulos, seguramente enfrentarán sufrimiento, incluso la muerte, pero también recibirán recompensa. Cada una de las bienaventuranzas se estructura mediante un paralelismo sintético, y todas las recompensas serán otorgadas en el Reino de Dios. Allí Dios confortará, saciará, mostrará misericordia y los llamará.
Ieshúa finaliza su enseñanza comparando a aquel que pone en práctica sus palabras con un hombre sabio que construye su casa sobre la firmeza de la roca, en contraste con la inestabilidad de la arena como cimiento, lo cual previene su derrumbe (Mateo 7:24-29).
Quienes no cumplen con estas características, incluso si profesan ser sus discípulos, no son considerados discípulos de Ieshúa y no forman parte de su Reino: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mt 7:21-24).
Ieshúa concluye las bienaventuranzas con un anuncio fundamental: como seguidores del Mesías, los discípulos enfrentarían adversidades. Él declara: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os insulten y os persigan" (Mateo 5:11).
Con este anuncio, Ieshúa anticipó una nueva ola de persecución y exilio (cf. Mateo 24) para aquellos que serán afligidos por causa de su fe. Los versículos 11 y 12 marcan la conclusión de las Bienaventuranzas, haciendo referencia a aquellos que, debido a su testimonio por Ieshúa, enfrentarán persecución, aflicción e incluso la muerte. Al colocar esta advertencia al final, se establece la conducta que los seguidores del Reino deben adoptar frente a cualquier forma de persecución. Se les insta a no responder con venganza, sino con amor, compasión y paz. De esta manera, imitan el comportamiento y la actitud de Ieshúa en su camino hacia la cruz. Además, se enfatiza la importancia de mantener la alegría en todo momento, ya que son considerados dichosos porque tienen la promesa de entrar en el Reino de Ieshúa. La señal distintiva señal es que serán perseguidos por causa de su fe.
Midrásh en Moshé
Midrásicamente el escenario evoca a Moshé que vio la Tierra del Reino desde el monte Pisgá (Dt 3.27; Dt 34.1-4), y anunció esta buena noticia al pueblo de Israel que estaba por ingresar en ella (Dt 1.8). Así Ieshúa les muestra el Reino, pero el camino no es fácil (Mt 7.13-14). Evoca a los doce espías que fueron enviados por Moshé para explorar la tierra que habían de conquistar en medio de gigantes. Ahora Ieshúa envía a sus doce discípulos en medio de lobos rapaces (Mt 10.16). Los doce emisarios (sheliajím; apóstoles) de Moshé fallaron, fracasaron, en traer las buenas nuevas, pero los doce emisarios (sheliajím; apóstoles) de Ieshúa, llenos del Espíritu de Elohím, vencieron y se convirtieron en pregoneros de las Buenas Nuvas del Evangelio no solo en la Tierra Santa sino en todo el globo. Además, Ieshúa se sienta a enseñar en el monte, así como Moshé se sentó a enseñar (Éx 18.13-15): "Aconteció que al día siguiente se sentó Moshé a juzgar al pueblo....el pueblo viene a mí para aprender de Elohím".
La Sal de la Tierra
Procede a llamarlos la sal de la tierra, porque serán salados por Ieshúa mismo como herramienta para sobrevivir ante la persecución, pero si esta se hace insípida, es inservible y debe de ser arrojada y pisoteada. Estrictamente hablando, la sal no puede perder su sabor y seguir siendo sal. Así tiene que ser un buen maestro-discípulo de Ieshúa. Aquel que fue divinamente salado con todos los dones del Espíritu de Santidad, y luego retorna al camino del mal, pierde el Espíritu de Ieshúa. De esta manera, pierde su esencia, como diciendo que perdió el sabor, y figurativamente hablando, no podrá ser "salado" nuevamente: "Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio" (Hebreos 6:4-6).
La Luz del Mundo
Después les llamará "Luz del Mundo". Las imágenes suponen una casa oriental o judía de una sola habitación, con una lámpara de aceite hecha de arcilla y una cucharilla. Y el significado es que el discípulo de Ieshúa no vive solo para sí mismo, sino para los demás; cf. Mt 25,26; 2 Cor 4,7. La revelación del Mesías-Luz-del-Mundo, que han obtenido mediante la gracia, deberán de anunciarla, enseñarla y mostrarla. Deberán combatir el mal, representado por la oscuridad. Serán la luz, siempre que permitan que la Luz verdadera (Jn 1.3), habite en ellos. Así el versículo equilibra delicadamente la realización de buenas obras de la Torá, nuestra lámpara (Sal 119:105; Pro 6.23; cf. 2 Samuel 22:29), con la necesidad de evitar el orgullo y la atribución del mérito.
En todas estas descripciones de los discípulos, Ieshúa presupone que su Espíritu y su justicia se han convertido en el principio de su vida. Ellos son la luz del mundo, en cuanto derivan su luz de Aquel que es la verdadera luz del mundo (Ef 3:9; Fil 2:15), de la misma manera como son hijos de Dios cuando Aquel que es el Hijo eterno de Dios habita en ellos.
La enseñanza de Ieshúa, por más profunda que sea, no debe ser tratada como lecciones secretas, a diferencia de cómo los místicos y rabinos solían susurrar en el oído de otro rabino para evitar que otros escucharan. Ieshúa ordena a sus discípulos a difundir sus enseñanzas: "Nada hay oculto que no haya de manifestarse, ni ha sido escondido sino para que sea sacado a luz" (Mc 4:22-23). En otro lugar también dijo: "Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.". (Mt 10.27). La versión de la ilustración de la lámpara preservada en el Evangelio Apócrifo de Tomás está a favor con el contexto de Mc y Lc acerca de la transmisión de la enseñanza de Ieshúa: "Lo que escuchas con uno y otro oído, pregónalo desde la cima de vuestros tejados; pues nadie enciende una lámpara y la coloca bajo el celemín o en otro lugar escondido, sino que la pone sobre el candelero para que todos los que entran y salen vean su resplandor»." (Tomas 33).
Aquello que tenía la Ner HaOlam o la Luz Eterna, era la Casa de Dios, es decir, el Templo de Dios. Cuando el templo no cumple su función de ser luz para todas las naciones, debido a los líderes del pueblo de Israel, corre el riesgo de extinguirse, éste viene a apagarse, es decir, su destrucción es inminente. En este contexto, el nuevo templo sería aquel conformado por los discípulos de Ieshúa, cuya misión es ser luz para todas las naciones. En efecto, lo que dice a sus discípulos es lo siguiente: aunque os persigan, estáis llamados a servir al mundo al ser luz a ellos con la luz del Evangelio.
El Desafío
El concepto de Qal VaJómer, que significa "razonamiento lógico" en hebreo, plantea una reflexión importante para aplicar las Bienaventuranzas a nosotros los discípulos de Ieshúa de la era actual. Si los santos discípulos y mártires, que fueron perseguidos y brutalmente asesinados, fueron instruidos a responder con bondad, comprensión, paz y amor frente a la persecución, entonces lógicamente, ¿no debería un discípulo de Ieshúa, que no enfrenta tal persecución, manifestar estos mismos actos de amor hacia los demás? Si aquellos que sufrieron crueldades extremas no se quejaron ante la persecución y la injusticia, sino que mostraron mansedumbre, ¿no deberían condenar también a aquellos que, frente a dificultades menos graves, se quejan ante las vicisitudes de la vida?