Análisis del significado de la parábola de las diez vírgenes según el contexto judío de la época. Click en Más información para continuar leyendo.
Contexto:
En la parábola de las diez vírgenes o las diez doncellas se continúa con el “bloque” de relatos sobre la “vigilancia”, orientada la parábola a la venida del Mesías. Las imágenes nupciales, utilizadas en el Cantar, eran aplicadas por los rabinos a las relaciones entre Dios y su pueblo: cf. Mt 9,14.15; 22.1-14. La parábola de las Doncellas ofrece una vívida imagen de una boda hebrea. Las celebraciones de una boda comenzaban al atardecer. La novia permanecía en su hogar, rodeada de sus amigas, esperando la llegada del novio. Él venía acompañado por un grupo de amigos, que en Judea solían ser dos, y junto con otros familiares y amigos, dirigían la procesión hacia la casa del esposo, donde él residiría. Todo el recorrido se iluminaba con antorchas y estaba marcado por cánticos festivos. Así, por la noche, se espera que el novio llegue a la casa de la novia para llevarla a su propio hogar (cf. Tes 4,17). La novia y sus damas de honor esperan el momento. Estas últimas saldrán a su encuentro cuando se escuche el clamor de que él está cerca, la proclamación era: “Bendito el que viene en el nombre del Señor” (cf. Mt 23,39). La novia, con una corona en la cabeza, era transportada en una litera hasta el hogar de su esposo, mientras él y sus acompañantes rodeaban la litera. Tanto los amigos del novio como las amigas de la novia cantaban himnos festivos y alusivos. A la llegada del cortejo, se llevaba a cabo el banquete de bodas. En la parábola presente, la novia tiene diez damas de honor, y sus lámparas están listas, preparadas y encendidas mientras esperan. A la venida del novio, cinco estaban preparadas, y cinco, que son descuidadas, no lo estaban.
Significado:
Diez Vírgenes: El número "diez" fue tomado en gran aviso de, y utilizado entre los judíos para establecer una Comunidad congregada, con ellos, que estaba compuesta por diez personas, y menos de ese número no consistía una Comunidad (m. Sanedrín, 1.6; y. Berajot 11.3). Aquí las diez representan a la Comunidad de discípulos de Ieshúa (cf. 2 Cor 11,2). Cinco de ellas era necias y cinco eran sabias: La sabiduría en cuestión es una sabiduría práctica. Y mientras esperaban, la venida del novio tardaba, así mostraba que el retraso de la venida del Mesías crea el problema, con el peligro del amor que se enfría dando lugar a la anarquía: apostasía (Mt 24,12), y entonces, todas...sin excepción, durmieron, lo que significa aquí, que la cuestión no es solo la vigilancia (a pesar del v. 13) también la preparación (v. 10). Todas ellas se levantan porque tanto los elegidos como los réprobos despertarán del sueño de la muerte: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Dan 12,2). Aquí queda manifestó que no es corto el tiempo que ha de pasar entre la primera y segunda venida de Ieshúa. Las sabias también durmieron, pero sus corazones, la vida interna, sus lámparas, estaban despiertas, como está escrito: “Yo dormía, pero mi corazón velaba” (Cnt 5,2). Las necias obraron perezosamente en sentido espiritual, pero no abandonaron las lámparas ni desconfiaron de la conservación del aceite las prudentes. Y a medianoche vino el novio, esto es, cuando nadie lo sabe ni lo espera, así será la venida del Hijo del Hombre. Son los ángeles mediante el Espíritu de Santidad los custodios de las almas, que clamando despertarán a todos los que duermen: “He aquí que viene el esposo, salid a su encuentro”, y a esta excitación que todos oyeron, se levantaron y así será en la resurrección. Y de esta manera, las imprudentes no tenían aceite para las lámparas, y por ende no tenían luz cuando vino el marido a su encuentro. La importancia de tener aceite es para así mantener el fuego que es la luz. El aceite equivale al estudio de la Palabra y las buenas obras (cf. NmRab.13, 15.16). Como el aceite mantiene la llama ardiendo en fuego, así las buenas obras de la fe, mantienen el Espíritu de Santidad en el hombre. El mensaje es que no hay que apagar la vela, el fuego, del Espíritu de Santidad. Así los sacerdotes diariamente tenían que mantener aquel fuego que había descendido del Cielo sobre el altar del Tabernáculo (Lv 6,12-13) mediante el obrar. De esta manera, la parábola dirá que a las necias les faltaban suficientes obras buenas. Aceite tienen las vírgenes, que según la fe se adornan con buenas obras. No tienen aceite los que parece que profesan la misma fe, pero descuidan la práctica de la justicia. La fe sin obras es muerta, y si la vida interna no se alimenta con buenas obras y con la búsqueda de Dios en el estudio de la Palabra, el alma muere, la luz de lámpara gradualmente se apaga. Hay personas que suelen tomar la vida espiritual, pero se conforman con lo que tienen. No van en búsqueda de más mediante el estudio y las buenas obras, no ejercen esa vida, acomodados creen haber alcanzado todo, creyendo que esa vida espiritual nunca se apagará. Transforman su alma o vida interna en un estado inactivo, vegetan. Esa vida espiritual en ellos se disipa poco a poco, y no se dan cuenta, ni se percatan del accidente. Y cuando venga el Mesías, que es el marido justo, se darán cuenta que no tienen aceite para mantener sus lámparas encendidas, que es el fuego que representa la Presencia Divina. Las sabias no quisieron dar aceite a las necias imprudentes, no sea suficiente también para ellas, y así el rechazo de las sabias no es una falta de caridad o de insolidaridad. No dieron un consejo, sino que les recordaron indirectamente su descuido. Sus buenas obras y entrega no son transferibles. Otros pueden ayudar, pero la disposición para aceptar la salvación es en último término un asunto de responsabilidad personal. En el versículo 10 llega el novio y las que están preparadas entran al Reino y cierra la puerta para las insensatas. Éste es el núcleo de la parábola. Cerrar la puerta significa que la entrada no es automática. Es magnífica confesión esta apelación a Dios y es digno de premio este indicio de fe, pero ¿de qué sirve invocar con la voz a quien niegas con las obras? Hasta que tus manos hagan lo que dice tu voz, serás un verdadero creyente, y entonces entrarás al palacio del Rey. De verdad que la fe y la vida interna que es el alma divina del hombre son muertas al no confirmarlas mediante las obras del amor, la entrega, la fe y la justicia. Este mundo es una noche, pero tienen encendidas sus lámparas los que llevan una vida práctica o activa en las buenas obras de la entrega completa: justicia, fe y amor. No basta no obrar mal, sino que cada cual debe esforzarse por practicar buenas obras para alimentar el alma, que es la lámpara del hombre. Mantente alerta, no duermas, no caigas, no desmayes, pues no sabes el día ni la hora en que el Mashíaj vendrá. Mantén tu lámpara encendida. No sólo ignoramos en qué tiempo ha de venir el esposo, sino que también la hora de la muerte, para la que cada uno debe estar preparado y aun preparado, se encontrará sorprendido cuando suene aquella voz, que despertará a todos.
El propósito de la presente parábola es probar la misma verdad que en las precedentes; esto es, la necesidad de la vigilancia que debemos tener, para que no nos sorprenda el último día, ya sea el de nuestra vida, ya el del mundo; esto es, o el de nuestro juicio particular, o el del general de todos los hombres. Busca lo que le convenga a tu alma, que es tu lámpara, porque de nada servirá toda una vida de fe, si no demuestras ser perfecto hasta el último día (Didajé 3.10). Las cinco doncellas insensatas creyeron que con lo que tenían era suficiente para entrar por las puertas del Reino de los Cielos. Es necesario que el lector -discípulo de Ieshúa- entienda en su corazón, que no hay tiempo para perder el tiempo.
En la parábola de las diez vírgenes o las diez doncellas se continúa con el “bloque” de relatos sobre la “vigilancia”, orientada la parábola a la venida del Mesías. Las imágenes nupciales, utilizadas en el Cantar, eran aplicadas por los rabinos a las relaciones entre Dios y su pueblo: cf. Mt 9,14.15; 22.1-14. La parábola de las Doncellas ofrece una vívida imagen de una boda hebrea. Las celebraciones de una boda comenzaban al atardecer. La novia permanecía en su hogar, rodeada de sus amigas, esperando la llegada del novio. Él venía acompañado por un grupo de amigos, que en Judea solían ser dos, y junto con otros familiares y amigos, dirigían la procesión hacia la casa del esposo, donde él residiría. Todo el recorrido se iluminaba con antorchas y estaba marcado por cánticos festivos. Así, por la noche, se espera que el novio llegue a la casa de la novia para llevarla a su propio hogar (cf. Tes 4,17). La novia y sus damas de honor esperan el momento. Estas últimas saldrán a su encuentro cuando se escuche el clamor de que él está cerca, la proclamación era: “Bendito el que viene en el nombre del Señor” (cf. Mt 23,39). La novia, con una corona en la cabeza, era transportada en una litera hasta el hogar de su esposo, mientras él y sus acompañantes rodeaban la litera. Tanto los amigos del novio como las amigas de la novia cantaban himnos festivos y alusivos. A la llegada del cortejo, se llevaba a cabo el banquete de bodas. En la parábola presente, la novia tiene diez damas de honor, y sus lámparas están listas, preparadas y encendidas mientras esperan. A la venida del novio, cinco estaban preparadas, y cinco, que son descuidadas, no lo estaban.
Significado:
Diez Vírgenes: El número "diez" fue tomado en gran aviso de, y utilizado entre los judíos para establecer una Comunidad congregada, con ellos, que estaba compuesta por diez personas, y menos de ese número no consistía una Comunidad (m. Sanedrín, 1.6; y. Berajot 11.3). Aquí las diez representan a la Comunidad de discípulos de Ieshúa (cf. 2 Cor 11,2). Cinco de ellas era necias y cinco eran sabias: La sabiduría en cuestión es una sabiduría práctica. Y mientras esperaban, la venida del novio tardaba, así mostraba que el retraso de la venida del Mesías crea el problema, con el peligro del amor que se enfría dando lugar a la anarquía: apostasía (Mt 24,12), y entonces, todas...sin excepción, durmieron, lo que significa aquí, que la cuestión no es solo la vigilancia (a pesar del v. 13) también la preparación (v. 10). Todas ellas se levantan porque tanto los elegidos como los réprobos despertarán del sueño de la muerte: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Dan 12,2). Aquí queda manifestó que no es corto el tiempo que ha de pasar entre la primera y segunda venida de Ieshúa. Las sabias también durmieron, pero sus corazones, la vida interna, sus lámparas, estaban despiertas, como está escrito: “Yo dormía, pero mi corazón velaba” (Cnt 5,2). Las necias obraron perezosamente en sentido espiritual, pero no abandonaron las lámparas ni desconfiaron de la conservación del aceite las prudentes. Y a medianoche vino el novio, esto es, cuando nadie lo sabe ni lo espera, así será la venida del Hijo del Hombre. Son los ángeles mediante el Espíritu de Santidad los custodios de las almas, que clamando despertarán a todos los que duermen: “He aquí que viene el esposo, salid a su encuentro”, y a esta excitación que todos oyeron, se levantaron y así será en la resurrección. Y de esta manera, las imprudentes no tenían aceite para las lámparas, y por ende no tenían luz cuando vino el marido a su encuentro. La importancia de tener aceite es para así mantener el fuego que es la luz. El aceite equivale al estudio de la Palabra y las buenas obras (cf. NmRab.13, 15.16). Como el aceite mantiene la llama ardiendo en fuego, así las buenas obras de la fe, mantienen el Espíritu de Santidad en el hombre. El mensaje es que no hay que apagar la vela, el fuego, del Espíritu de Santidad. Así los sacerdotes diariamente tenían que mantener aquel fuego que había descendido del Cielo sobre el altar del Tabernáculo (Lv 6,12-13) mediante el obrar. De esta manera, la parábola dirá que a las necias les faltaban suficientes obras buenas. Aceite tienen las vírgenes, que según la fe se adornan con buenas obras. No tienen aceite los que parece que profesan la misma fe, pero descuidan la práctica de la justicia. La fe sin obras es muerta, y si la vida interna no se alimenta con buenas obras y con la búsqueda de Dios en el estudio de la Palabra, el alma muere, la luz de lámpara gradualmente se apaga. Hay personas que suelen tomar la vida espiritual, pero se conforman con lo que tienen. No van en búsqueda de más mediante el estudio y las buenas obras, no ejercen esa vida, acomodados creen haber alcanzado todo, creyendo que esa vida espiritual nunca se apagará. Transforman su alma o vida interna en un estado inactivo, vegetan. Esa vida espiritual en ellos se disipa poco a poco, y no se dan cuenta, ni se percatan del accidente. Y cuando venga el Mesías, que es el marido justo, se darán cuenta que no tienen aceite para mantener sus lámparas encendidas, que es el fuego que representa la Presencia Divina. Las sabias no quisieron dar aceite a las necias imprudentes, no sea suficiente también para ellas, y así el rechazo de las sabias no es una falta de caridad o de insolidaridad. No dieron un consejo, sino que les recordaron indirectamente su descuido. Sus buenas obras y entrega no son transferibles. Otros pueden ayudar, pero la disposición para aceptar la salvación es en último término un asunto de responsabilidad personal. En el versículo 10 llega el novio y las que están preparadas entran al Reino y cierra la puerta para las insensatas. Éste es el núcleo de la parábola. Cerrar la puerta significa que la entrada no es automática. Es magnífica confesión esta apelación a Dios y es digno de premio este indicio de fe, pero ¿de qué sirve invocar con la voz a quien niegas con las obras? Hasta que tus manos hagan lo que dice tu voz, serás un verdadero creyente, y entonces entrarás al palacio del Rey. De verdad que la fe y la vida interna que es el alma divina del hombre son muertas al no confirmarlas mediante las obras del amor, la entrega, la fe y la justicia. Este mundo es una noche, pero tienen encendidas sus lámparas los que llevan una vida práctica o activa en las buenas obras de la entrega completa: justicia, fe y amor. No basta no obrar mal, sino que cada cual debe esforzarse por practicar buenas obras para alimentar el alma, que es la lámpara del hombre. Mantente alerta, no duermas, no caigas, no desmayes, pues no sabes el día ni la hora en que el Mashíaj vendrá. Mantén tu lámpara encendida. No sólo ignoramos en qué tiempo ha de venir el esposo, sino que también la hora de la muerte, para la que cada uno debe estar preparado y aun preparado, se encontrará sorprendido cuando suene aquella voz, que despertará a todos.
El propósito de la presente parábola es probar la misma verdad que en las precedentes; esto es, la necesidad de la vigilancia que debemos tener, para que no nos sorprenda el último día, ya sea el de nuestra vida, ya el del mundo; esto es, o el de nuestro juicio particular, o el del general de todos los hombres. Busca lo que le convenga a tu alma, que es tu lámpara, porque de nada servirá toda una vida de fe, si no demuestras ser perfecto hasta el último día (Didajé 3.10). Las cinco doncellas insensatas creyeron que con lo que tenían era suficiente para entrar por las puertas del Reino de los Cielos. Es necesario que el lector -discípulo de Ieshúa- entienda en su corazón, que no hay tiempo para perder el tiempo.