Este punto se refiere a la mediación de Moshé entre Dios e Israel. La Torá nos dice que cuando los israelitas adoraron al Becerro de Oro, Moshé insistió en compartir el destino de ellos. Según los rabinos, se ofreció a morir, o incluso murió, para que ellos pudieran vivir. En la tradición judía a Moshé se le consideraba "el primer redentor", al igual que el Mesías sería "el último redentor". De nuevo, la Torá, cuando describe su muerte, le llama "el siervo del Señor" (Dt 34.5). Aunque los rabinos tienden a afirmar que cada patriarca y profeta: "dio su vida por Israel", en el sentido de que la ofreció (Mej. Shemot 12.1), parece ser que sólo la de Moshé fue aceptada literalmente para aquella generación. Podía haber entrado en la tierra prometida con la condición de anular su deseo anterior de que se perdonara a los israelitas la adoración del Becerro de Oro, sin embargo Moshé exclamó: "Que muera Moshé y cien como él antes de que se dañe una uña de uno del pueblo" (Devarím Rabá 29.4).
Por último, hay un Midrash que trata de la ruptura de las Tablas. Moshé se dio cuenta de que, según la ley estricta, la adoración del Becerro de Oro significaría el fin de la nación, ya que ésta establecía que quien sacrificara a los ídolos "sería destruido por completo", sería "חרם/herem/exterminado" (Éx 22.19-20). Por lo tanto, continúa el Midrásh, "incorporó, unió (hiber), su vida, su vida misma ('et nafshó'), con ellos", y cometió el pecado de romper las Tablas; entonces pidió a Dios (Éx 32.32) que perdonara a todos o que lo rechazara a él, ya que ahora no había diferencia. La tradición bien puede contribuir a la noción de que todos los pecadores nos reunimos y somos salvados en Ieshúa, y de que Ieshúa, sin pecado, se convirtió en pecado o maldición por los demás.
Por último, hay un Midrash que trata de la ruptura de las Tablas. Moshé se dio cuenta de que, según la ley estricta, la adoración del Becerro de Oro significaría el fin de la nación, ya que ésta establecía que quien sacrificara a los ídolos "sería destruido por completo", sería "חרם/herem/exterminado" (Éx 22.19-20). Por lo tanto, continúa el Midrásh, "incorporó, unió (hiber), su vida, su vida misma ('et nafshó'), con ellos", y cometió el pecado de romper las Tablas; entonces pidió a Dios (Éx 32.32) que perdonara a todos o que lo rechazara a él, ya que ahora no había diferencia. La tradición bien puede contribuir a la noción de que todos los pecadores nos reunimos y somos salvados en Ieshúa, y de que Ieshúa, sin pecado, se convirtió en pecado o maldición por los demás.