EL DIOS DE ESTE MUNDO (2 CORINTIOS 4.4)
Explicación por Ireneo de Lyon (c. 130 - m. Lyon, c. 202)
Contra los Herejes Libro 3, Cap. 7.
Cómo interpretar a Pablo
7.1. Nos atacan abiertamente con lo que dijo Pablo en la segunda Carta a los Corintios: «En los cuales el Dios de este mundo cegó las mentes de los incrédulos» (2 Cor. 4.4). Arguyen: uno es el Dios de este mundo, y otro «el que está por sobre toda Dominación, Principado y Potestad» (Ef 1.21; Col 1.16). No es culpa nuestra si aquellos que pretenden «conocer los misterios que sobrepasan a Dios» no saben cómo leer a Pablo. Si alguno, según la costumbre de Pablo (de cuyo modo de construir frases hemos dado ya muchos ejemplos) leyera: «En los cuales Dios», y luego, subdistinguiendo y poniendo una breve coma, leyere el resto como una unidad, o sea: «cegó las mentes de los incrédulos», haría bien. Entonces querría decir: «Dios cegó las mentes de los incrédulos de este mundo». Esto se infiere al hacer la subdistinción. Porque Pablo no lo llama «el Dios de este mundo», como si mediante esta expresión reconociese a algún otro; sino que, al decir «Dios», confesó a Dios. Y a los incrédulos los llama «de este mundo», porque no heredarán la incorrupción del venidero. De qué manera «Dios cegó las mentes de los incrédulos», lo mostraremos más adelante, tomándolo del mismo Pablo, para no divagar tanto de nuestro tema por ahora.
7.2. Que el Apóstol con frecuencia usa la inversión de vocablos, por la concisión de sus frases y el ímpetu que le imprime el Espíritu, se puede constatar en muchos pasajes. Por ejemplo, en la Carta a los Gálatas dice: «¿Para qué la ley de las obras? Fue puesta hasta que venga la descendencia prometida, dispuesta por los ángeles en mano de un mediador» (Gál 3.19). El orden debe ser el siguiente: «¿Para qué la ley de las obras? Dispuesta por los ángeles, fue puesta en mano de un Mediador, hasta que venga la descendencia prometida»: es el hombre quien interroga y el Espíritu quien responde.
También en la Segunda a los Tesalonicenses dice sobre el Anticristo: «Entonces se manifestará el Inicuo, al que el Señor Jesucristo matará con el aliento de su boca y destruirá con la presencia de su venida, cuyo advenimiento será por obra del Satán, con toda suerte de poder, signos y portentos falsos» (2 Tes 2.8-9). He aquí el orden de las palabras de este pasaje: «Entonces se manifestará el Inicuo, cuyo advenimiento será por obra del Satán, con toda suerte de poder, signos y portentos falsos, a quien el Señor Jesucristo matará con el aliento de su boca y destruirá con la venida de su presencia». Porque no es la venida del Señor la que será por obra de Satanás, sino el advenimiento del Inicuo, al que llamamos el Anticristo. Por lo tanto hay que poner atención a la lectura, y mediante las comas en la respiración dar sentido a lo que lee; si alguien no lo hace, no sólo dirá incongruencias, sino que leerá blasfemias, como si la venida del Señor fuese obra del Satán.
Pues, así como en estos casos es necesario leer atendiendo a la inversión de las palabras, para conservar el sentido que el Apóstol quiso darles, así también en el caso que nos ocupa, no debemos leer «el Dios de este mundo». Pues a Dios lo llamamos Dios justamente; en cambio a los incrédulos y ciegos les decimos «de este mundo» porque en el futuro no heredarán la vida.
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Comparar con Jn 12. 40: "Él ha cegado sus ojos, y ha endurecido su mente: para que sus ojos no vean y su mente no entienda, para que no se conviertan, de modo que yo los sane." (Jn 12.40 véase también Is 29.10)
Explicación por Ireneo de Lyon (c. 130 - m. Lyon, c. 202)
Contra los Herejes Libro 3, Cap. 7.
Cómo interpretar a Pablo
7.1. Nos atacan abiertamente con lo que dijo Pablo en la segunda Carta a los Corintios: «En los cuales el Dios de este mundo cegó las mentes de los incrédulos» (2 Cor. 4.4). Arguyen: uno es el Dios de este mundo, y otro «el que está por sobre toda Dominación, Principado y Potestad» (Ef 1.21; Col 1.16). No es culpa nuestra si aquellos que pretenden «conocer los misterios que sobrepasan a Dios» no saben cómo leer a Pablo. Si alguno, según la costumbre de Pablo (de cuyo modo de construir frases hemos dado ya muchos ejemplos) leyera: «En los cuales Dios», y luego, subdistinguiendo y poniendo una breve coma, leyere el resto como una unidad, o sea: «cegó las mentes de los incrédulos», haría bien. Entonces querría decir: «Dios cegó las mentes de los incrédulos de este mundo». Esto se infiere al hacer la subdistinción. Porque Pablo no lo llama «el Dios de este mundo», como si mediante esta expresión reconociese a algún otro; sino que, al decir «Dios», confesó a Dios. Y a los incrédulos los llama «de este mundo», porque no heredarán la incorrupción del venidero. De qué manera «Dios cegó las mentes de los incrédulos», lo mostraremos más adelante, tomándolo del mismo Pablo, para no divagar tanto de nuestro tema por ahora.
7.2. Que el Apóstol con frecuencia usa la inversión de vocablos, por la concisión de sus frases y el ímpetu que le imprime el Espíritu, se puede constatar en muchos pasajes. Por ejemplo, en la Carta a los Gálatas dice: «¿Para qué la ley de las obras? Fue puesta hasta que venga la descendencia prometida, dispuesta por los ángeles en mano de un mediador» (Gál 3.19). El orden debe ser el siguiente: «¿Para qué la ley de las obras? Dispuesta por los ángeles, fue puesta en mano de un Mediador, hasta que venga la descendencia prometida»: es el hombre quien interroga y el Espíritu quien responde.
También en la Segunda a los Tesalonicenses dice sobre el Anticristo: «Entonces se manifestará el Inicuo, al que el Señor Jesucristo matará con el aliento de su boca y destruirá con la presencia de su venida, cuyo advenimiento será por obra del Satán, con toda suerte de poder, signos y portentos falsos» (2 Tes 2.8-9). He aquí el orden de las palabras de este pasaje: «Entonces se manifestará el Inicuo, cuyo advenimiento será por obra del Satán, con toda suerte de poder, signos y portentos falsos, a quien el Señor Jesucristo matará con el aliento de su boca y destruirá con la venida de su presencia». Porque no es la venida del Señor la que será por obra de Satanás, sino el advenimiento del Inicuo, al que llamamos el Anticristo. Por lo tanto hay que poner atención a la lectura, y mediante las comas en la respiración dar sentido a lo que lee; si alguien no lo hace, no sólo dirá incongruencias, sino que leerá blasfemias, como si la venida del Señor fuese obra del Satán.
Pues, así como en estos casos es necesario leer atendiendo a la inversión de las palabras, para conservar el sentido que el Apóstol quiso darles, así también en el caso que nos ocupa, no debemos leer «el Dios de este mundo». Pues a Dios lo llamamos Dios justamente; en cambio a los incrédulos y ciegos les decimos «de este mundo» porque en el futuro no heredarán la vida.
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Comparar con Jn 12. 40: "Él ha cegado sus ojos, y ha endurecido su mente: para que sus ojos no vean y su mente no entienda, para que no se conviertan, de modo que yo los sane." (Jn 12.40 véase también Is 29.10)