La palabra «Tora» se refiere a los primeros cinco libros de Moisés. Lo que se conoce como la «Ley de Moisés». El hebreo Torá significa instrucción, ley o norma. La palabra hebrea Torá es la forma absoluta femenina singular de su raíz primaria Iará (ירה). En la mayoría de los léxicos esta palabra se define como lanzar o disparar. La raíz de la palabra proviene del verbo Lirot, y expresa la idea de dar en el blanco cuando se arroja o se dispara algo, como en 1 Sam 20:36: "y (Ionatán) lanzó la flecha". Ahora bien, el hebreo para pecar es el vocablo חָטָא (Jatá) que significa literalmente «errar»; «desviarse del blanco», la idea opuesta a la de alcanzar la meta o dar en el blanco. El uso de esta palabra la encontramos por ejemplo en Jue 20.16: "Entre toda esta gente había setecientos hombres escogidos, zurdos; todos capaces de tirar piedras con la honda contra un cabello sin errar el blanco". Esto significa que cumplir y hacer los mandamientos de la Torá es dar en el blanco, pero infringir los mandamientos de la Torá es errar el blanco. Este concepto era conocido por los discípulos de Ieshúa, por ejemplo, Juan en su epístola define el pecado de la siguiente manera: "Todo aquel que comete pecado, infringe también la Torá; pues el pecado es infracción de la Torá." (1Jn 3.4).
Ahora bien, en la tradición judía, la observancia de la Torá nos guía al conocimiento del Mesías. Según la opinión rabínica registrada en el Talmud: "Todos los profetas profetizaron acerca de los días del Mesías" (Sanedrín 99a). Esto parece indicar que era lo que Pablo tenía en mente cuando en referencia al Mesías dijo: "Prosigo al blanco" (Flp 3.14), ya que para Pablo el fin, en el sentido de meta y objetivo final, es decir, el blanco de la Torá, era el Mesías, cómo él dijo: "porque el fin de la Torá es el Mesías, para la justificación de todo el que cree" (Ro 10.4). Ya anteriormente Ieshúa enseñaba que él como el Mesías, es el propósito de la Torá, es más, sobre él se escribió en la Torá: "Si creyeran en Moisés, creerían en mí, pues de mí escribió él;" pero, si no creen en sus escrituras, ¿cómo van a creer en mis palabras?” (Jn 5.46.47).
Dicho esto, la raíz primaria de la palabra Torá (תורה) es Iará (ירה), que significa «lluvia». Las gotas de la lluvia descienden como flechas para dar en su blanco, es decir, la tierra. Agrícolamente, se utilizaba esta palabra para expresar el regreso de la lluvia. Esta palabra se rezaba cada temporada de siembra, cuando el agricultor sembraba la semilla, pero luego esperaba la lluvia que bendecía la semilla. La lluvia no planta la semilla, las lluvias sólo bendicen las semillas una vez que han sido plantadas por el sembrador. Si no hay semilla, la lluvia hace que el terreno se inunde y maldice la tierra. Aquí la semilla es la Torá, la bendición y el fruto se produce cuando el Espíritu de la Torá desciende como lluvia sobre esta semilla que es plantada en el interior de cada persona para que de fruto. En una parábola, Ieshúa nos enseña que el campo es el mundo: «el campo es el mundo» (Mt 13.28). Y «La semilla es la Palabra de Dios» (Lc 8.11). La Torá es la Palabra de Dios. Nuestra función en este mundo es labrar el campo que Dios ha creado, sembrar la Palabra en cada persona mediante la enseñanza y la propagación de la Besorá (Las Buenas Nuevas del Evangelio), para que Dios luego envíe su Espíritu como lluvia y ésta semilla de fruto.
Ahora bien, en la tradición judía, la observancia de la Torá nos guía al conocimiento del Mesías. Según la opinión rabínica registrada en el Talmud: "Todos los profetas profetizaron acerca de los días del Mesías" (Sanedrín 99a). Esto parece indicar que era lo que Pablo tenía en mente cuando en referencia al Mesías dijo: "Prosigo al blanco" (Flp 3.14), ya que para Pablo el fin, en el sentido de meta y objetivo final, es decir, el blanco de la Torá, era el Mesías, cómo él dijo: "porque el fin de la Torá es el Mesías, para la justificación de todo el que cree" (Ro 10.4). Ya anteriormente Ieshúa enseñaba que él como el Mesías, es el propósito de la Torá, es más, sobre él se escribió en la Torá: "Si creyeran en Moisés, creerían en mí, pues de mí escribió él;" pero, si no creen en sus escrituras, ¿cómo van a creer en mis palabras?” (Jn 5.46.47).
Dicho esto, la raíz primaria de la palabra Torá (תורה) es Iará (ירה), que significa «lluvia». Las gotas de la lluvia descienden como flechas para dar en su blanco, es decir, la tierra. Agrícolamente, se utilizaba esta palabra para expresar el regreso de la lluvia. Esta palabra se rezaba cada temporada de siembra, cuando el agricultor sembraba la semilla, pero luego esperaba la lluvia que bendecía la semilla. La lluvia no planta la semilla, las lluvias sólo bendicen las semillas una vez que han sido plantadas por el sembrador. Si no hay semilla, la lluvia hace que el terreno se inunde y maldice la tierra. Aquí la semilla es la Torá, la bendición y el fruto se produce cuando el Espíritu de la Torá desciende como lluvia sobre esta semilla que es plantada en el interior de cada persona para que de fruto. En una parábola, Ieshúa nos enseña que el campo es el mundo: «el campo es el mundo» (Mt 13.28). Y «La semilla es la Palabra de Dios» (Lc 8.11). La Torá es la Palabra de Dios. Nuestra función en este mundo es labrar el campo que Dios ha creado, sembrar la Palabra en cada persona mediante la enseñanza y la propagación de la Besorá (Las Buenas Nuevas del Evangelio), para que Dios luego envíe su Espíritu como lluvia y ésta semilla de fruto.