La escena relatada por Lc representa un momento de profunda trascendencia en la historia de la Comunidad de Ieshúa. Se desarrolla en Jerusalén durante la festividad de Shavuot. En hebreo, חַג הַשְׁבוּעוֹת (Jag HaShavuot), conocida como la Fiesta de las (siete) Semanas, conmemora un periodo de siete semanas, como se menciona en Deuteronomio 16,9 y Tobías 2,1, pues había de celebrarse siete “semanas” después de Pésaj-Pascua (cf. Lv 23,15; Nm 28,26; Dt 16,9). Se celebraba en el tercer mes, y como un memorial de la entrega de la Torá de Moshé en el Monte Sinaí (Éx 19; b. Pesajim 68b), y también como una fiesta de la cosecha. Por otro lado, los judaitas de la diáspora parecían referirse a esta festividad con el término griego pentecosté (que significa "quincuagésimo"), debido a que debía celebrarse el "quincuagésimo" día después de Pésaj-Pascua. Ieshúa se refería a este acontecimiento extraordinario cuando, poco antes de su ascensión, advirtió a los emisarios que no se apartaran de Jerusalén hasta la llegada de ese día (cf. Hch 1,4-5). Es en este momento, precisamente, cuando puede afirmarse que comienza la historia de la Comunidad de Ieshúa, ya que el Espíritu de Santidad desciende de manera visible sobre ella, infundiéndole vida y poniéndola en acción. Los emisarios, antes tímidos (cf. Mt 26,56; Jn 20,19), se convierten en valientes proclamadores de la doctrina de Ieshúa (cf. Hch 2,14; 4,13-19; 5,29).
Estaban reunidos los 120 discípulos mencionados durante la elección de Matías (Hch 1,15), “estando todos juntos” (Hch 2,1). La expresión “todos juntos” (ὁμοῦ) tiene un sentido principalmente local; sin embargo, también insinúa, en consonancia con el término “unánimes” (Hch 1,14), la unidad de mente y corazón que acompañaba su reunión física. Esto podría ser un nuevo indicio del trasfondo sinaítico presente en esta narración (cf. Ex 19.8). Así, Rashí comentando sobre Éx 19,2 dirá:
Estaban reunidos los 120 discípulos mencionados durante la elección de Matías (Hch 1,15), “estando todos juntos” (Hch 2,1). La expresión “todos juntos” (ὁμοῦ) tiene un sentido principalmente local; sin embargo, también insinúa, en consonancia con el término “unánimes” (Hch 1,14), la unidad de mente y corazón que acompañaba su reunión física. Esto podría ser un nuevo indicio del trasfondo sinaítico presente en esta narración (cf. Ex 19.8). Así, Rashí comentando sobre Éx 19,2 dirá:
"Israel acampó allí", en hebreo וַיִחַן, (en forma singular) como un solo hombre con un solo corazón" (Rashí sobre Éxodo 19,2).
La afirmación central del evento se encuentra en las palabras del versículo 4: “Todos quedaron llenos del Espíritu de Santidad”. Todo lo demás, mencionado antes o después, son manifestaciones externas destinadas a hacer visible esta gran realidad. El estruendo, semejante a un viento impetuoso que resonó en toda la casa (Hch 2,2), parecía ser el primer toque de atención. El hebreo para viento es Rúaj, el mismo para espíritu, estando aquí bien representado por el Rúaj HaQódesh – el Espíritu de Santidad.
A ese fenómeno acústico le sigue otro de carácter visual: pequeñas llamas, en forma de lenguas de fuego, que se distribuyen y se posan sobre cada uno de los reunidos (Hch 2.3). Ambos fenómenos tienen un mismo propósito: captar la atención de los presentes, señalando que algo extraordinario está ocurriendo. Y nótese que tanto el "viento" como el "fuego" son elementos que acompañan la revelación de Dios en el Sinaí: “Todo el monte Sinaí humeaba, porque Iahvé había descendido sobre él en fuego” (Éx 19,18). Por lo tanto, resulta evidente que los emisarios interpretaran este acontecimiento como una manifestación de Elohím, la misma que Ieshúa les había prometido días antes al anunciarles que serían sumergidos en el Espíritu de Santidad (Hch 1.6-8). El texto, sin embargo, parece que, mediante la imagen de las "lenguas de fuego", hace referencia principalmente al don de lenguas (Hch 2.4).
Lc especifica qué "quedaron llenos del Espíritu de Santidad" (Hch 2.4), que constituye la afirmación central del pasaje. Y se enfoca únicamente en el primer efecto visible de esa realidad: "comenzaron a hablar en lenguas extranjeras" (Hch 2.4), pero no por su propia voluntad, sino "según lo que el Espíritu les movía a decir".
En cuanto al don específico de "hablar en lenguas" otorgado a los Emisarios (Hch 2.4), se ha generado y sigue generándose un extenso debate. Podemos encontrar antecedentes, más o menos cercanos, de este fenómeno en el antiguo profetismo de Israel (cf. Nm 11.25-29), como parece insinuar luego el mismo Kéfa (Petros-Pedro) al citar la profecía de Joel (Hch 2.16-17). Se trata de un "hablar en lenguas" según lo que el Espíritu de Santidad les inspiraba a decir, lo que sugiere que el milagro ocurre en los labios de los Emisarios, y no únicamente en los oídos de los oyentes (cf. Mc 16.17). Por eso, los Emisarios aparecen "hablando en lenguas" no solo después de que se reúne la multitud (Hch 2.6), sino también antes, cuando están a solas (Hch 2.4). Asímismo, el texto sugiere que el don no solo fue concedido a los Emisarios, sino "todos los reunidos" (Hch 2.1), los ciento veinte, incluyendo a las mujeres justas (cf. Hch 1.14; nótese la mención "siervas" en la profecía de Joel 2.29), quienes, sin duda, también formaban parte del grupo. En su oración, proclamaban "las grandezas de Dios" (Hch 2.11; cf. Hch 10.46).
La palabra γλῶσσα [lengua], como לְשׁוֹן en Isaías 5.24, debe entenderse en el sentido de "llama", y según Lc "aparecen divididas" (Hch 2.3). El autor claramente pretende que nos formemos la idea de un arroyo de fuego que se divide y cuyas radiaciones se esparcen sobre todos y reposan sobre ellos. En la entrega de la Torá en el Sinaí, que coincide con el día de la festividad de Shavuot, los israelitas “vieron voces de fuego” (Éx 19.16), las cuales los rabinos interpretaron como “lenguas de fuego” que pronunciaron las palabras de la Torá en todos los idiomas posibles para aquella "multitud mixta" (Éx 12.38) que no habla hebreo. En ese momento, las voces de fuego de la Torá se manifestaron externamente entre los israelitas. Ahora, en la misma festividad de Shavuot, se manifestaban internamente, utilizando a los hombres que creyeron en Ieshúa el Mesías como vehículo y portavoz.
Cuando Lc menciona que los Emisarios y los ciento veinte presentes hablaron "en otras lenguas", se refiere a otros idiomas. El término hebreo "lashón" (lengua) se utiliza para referirse a un idioma, como en "Lashón Haqódesh", que literalmente significa "la lengua santa" y hace referencia al hebreo, o en "לְשׁוֹן יוֹוָנִית" (lashón ievanit), que literalmente significa "lengua griega" y se entiende como "idioma griego". Así, la expresión "otras lenguas" se refiere a "otros idiomas", diferentes al hebreo, que era la lengua de los discípulos. Esto significa que los discípulos pronunciaron palabras en idiomas que no les eran propios, y el milagro consistió en que hablaron en estos idiomas, de los cuales antes eran completamente ignorantes. Es decir, algunos hablaban en un idioma, otros en otro, según la guía del Espíritu, y no lo hicieron a partir de un pensamiento previo. El Espíritu los dirigía tanto en el contenido como en el idioma (lengua). Los 120 discípulos, alababan a Dios junto con las lenguas (idiomas) de todo el mundo, lo que constituía una garantía de que, en su debido tiempo, toda la humanidad debería alabar a Dios en sus diversas lenguas. Así como la división de lenguas en Babel introdujo una vez la confusión, y fue el medio para apartar a las naciones del conocimiento del verdadero Dios, así ahora, se proveyó un remedio, un tiqún (una reparación), por el don de lenguas (idiomas) en Tzion, para sacar a los gentiles de la oscuridad a la luz, y destruir el velo que había sido extendido sobre todas las naciones.
Este milagro tenía un propósito, no era solo un acto prodigioso, ya que los 120 discípulos, desde Jerusalén, debían llevar las Buenas Nuevas (heb. Besorá) a todas las naciones. Fueron comisionados para predicar la Besorá (Buenas Nuevas) a toda criatura y hacer discípulos de todas las naciones. Pero se presentaba una dificultad insuperable: ¿cómo serán hechos conocedores de los varios idiomas de las naciones a las que son enviados, para poder hablar inteligiblemente con todos ellos? ¿Cómo podrían lograr esto sin poder comunicarse en el idioma de los gentiles: griego, latín, egipcio, arameo, árabe, siríaco, persa, armenio, turco, copto, hindi, bereber, entre otros? Aprender todos esos idiomas habría requerido toda una vida de estudio para cualquiera de ellos. Por lo tanto, para demostrar que Ieshúa otorgaría autoridad para predicar a las naciones, les concede a sus siervos la capacidad de predicar en sus propios idiomas. Y así como Elohím "descendió" y "confundió" las lenguas en Babel, ahora viene a restaurar la unidad en su Reino mediante su Rey Mesías, otorgando la habilidad de comunicarse en diferentes idiomas sin necesidad de haberlos aprendido a través del estudio.
Afirmamos, por nuestra parte, que creemos que, desde luego, que ese “hablar en lenguas” fue concedido a los Emisarios como un don permanente, permitiéndoles expresarse en diversas lenguas (idiomas) para la predicación de la Besorá (Buenas Nuevas - Evangelio).