Gn1.1
La expresión al principio (en heb., bereshit) indica simplemente una categoría lógica en la mente del hagiógrafo, que se sitúa mentalmente al comienzo de la obra creativa, cuando las cosas no tenían aún existencia. En el caso actual, Elohim-Dios es el Creador de todas las cosas, el Dios único, Señor del universo (Cf. Ex 34:10; Is 48:7; Jer 31:22; Sal 50:12). Aparece como un Ser individual, preexistente a todo lo creado, que da existencia con su omnipotente Habla — expresión de su infinita sabiduría y omnímoda voluntad — a todas las cosas, como lo prueba el empleo en singular del verbo hebreo bará (creó). Por otra parte, el contexto general del c.1 de Gén. supone la idea de creación, ya que el hagiógrafo supone que antes no existía nada de cuanto Dios produjo, sino solamente el Ser misterioso y omnipotente llamado Elohim. Cualquiera que sea el sentido etimológico del verbo hebreo bará, queda claro que en la Biblia siempre va vinculado a la divinidad como sujeto. Este verbo es empleado en la Biblia teniendo por sujeto a Dios, y significa la producción de algo nuevo. En el tratado del Pirqé Avot 5.1, los judíos enseñan que Dios hizo su creación en seis días mediante su Habla. El Pirqé Avot 5.1 dice: “Con diez enunciados fue creado el mundo.” Estos diez enunciados son los diez “Y dijo Dios” de Gn 1, como actos de creación. Una palabra de mando creativa, introducida por el hebreo vaiómer (“Y dijo”). El relato de la creación comienza con la revelación de Dios mediante su Habla. Toda la creación fue hecha por el Habla de Dios (Y dios Dijo). Y así es como lo entendían los antiguos, de entre los cuales podría citarse el 2 Ésdras: "Señor mío, mi dueño, el primer día dije, que en el comienzo de tus decretos, dijiste: Que el cielo y la tierra sean; tu Habla ejecutaba" (2 Esdras 6:38). Dice Judit: “A ti rinde homenaje toda criatura, porque dijiste, y las cosas fueron hechas; enviaste tu espíritu, y fueron creadas, y no hay nada que resista a tu voz.” (Judit 1.16-17). El mejor comentario del pasaje de Gn 1 sería la afirmación del salmista: “Por el Habla de Hashem fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.” (Sal 33.6). Los cielos inmensos son el efecto de su Habla creador, y todo su ejército, o maravillosas constelaciones ordenadas de los astros, son obra del aliento de su boca. El salmo aquí depende del relato del Génesis, donde enfáticamente se dice: “Dijo, y fue hecho.” Por tanto, si en el “principio,” en la creación de las cosas, pues todas van a ser creadas por el Habla, éste existía ya, es que no sólo es anterior a ellas, sino que es eterno. Y si el Habla de Dios ya existía al principio de la creación e hizo la creación, no puede ser parte de lo creado; y siendo esto así, debe ser desde la eternidad y, por tanto, Dios. Porque no hay nada intermedio entre la existencia antes del principio, o desde el principio, y la existencia eterna, entre la criatura y Dios. Con esto corresponde lo que Ieshúa declara de sí mismo: “Antes que el mundo existiera” Jn 17.5; "Antes de la fundación del mundo" Jn 17.24. Algo existía antes del mundo y de la creación de todas las cosas, y ese debe ser Dios. Por lo tanto, el origen del Habla de Dios no se plantea por considerarle eternamente preexistente a todo lo creado. El Discípulo Amado identifica a Ieshúa como el Habla de Dios y lo entendemos de la siguiente manera: Así como el Habla de una persona es primeramente concebida en el pensamiento, y luego es la imagen expresa del pensamiento. Así el Hijo de Dios es llamado el Habla de Dios, porque fue concebido en el Padre, luego engendrado a su imagen, porque de él salió. De manera que es su hijo. Además, de la misma manera, a efectos ilustrativos, así como el Habla de una persona revela lo que está oculto en sus pensamientos, el Habla de Dios es la revelación de su Ser con su creación.
La expresión al principio (en heb., bereshit) indica simplemente una categoría lógica en la mente del hagiógrafo, que se sitúa mentalmente al comienzo de la obra creativa, cuando las cosas no tenían aún existencia. En el caso actual, Elohim-Dios es el Creador de todas las cosas, el Dios único, Señor del universo (Cf. Ex 34:10; Is 48:7; Jer 31:22; Sal 50:12). Aparece como un Ser individual, preexistente a todo lo creado, que da existencia con su omnipotente Habla — expresión de su infinita sabiduría y omnímoda voluntad — a todas las cosas, como lo prueba el empleo en singular del verbo hebreo bará (creó). Por otra parte, el contexto general del c.1 de Gén. supone la idea de creación, ya que el hagiógrafo supone que antes no existía nada de cuanto Dios produjo, sino solamente el Ser misterioso y omnipotente llamado Elohim. Cualquiera que sea el sentido etimológico del verbo hebreo bará, queda claro que en la Biblia siempre va vinculado a la divinidad como sujeto. Este verbo es empleado en la Biblia teniendo por sujeto a Dios, y significa la producción de algo nuevo. En el tratado del Pirqé Avot 5.1, los judíos enseñan que Dios hizo su creación en seis días mediante su Habla. El Pirqé Avot 5.1 dice: “Con diez enunciados fue creado el mundo.” Estos diez enunciados son los diez “Y dijo Dios” de Gn 1, como actos de creación. Una palabra de mando creativa, introducida por el hebreo vaiómer (“Y dijo”). El relato de la creación comienza con la revelación de Dios mediante su Habla. Toda la creación fue hecha por el Habla de Dios (Y dios Dijo). Y así es como lo entendían los antiguos, de entre los cuales podría citarse el 2 Ésdras: "Señor mío, mi dueño, el primer día dije, que en el comienzo de tus decretos, dijiste: Que el cielo y la tierra sean; tu Habla ejecutaba" (2 Esdras 6:38). Dice Judit: “A ti rinde homenaje toda criatura, porque dijiste, y las cosas fueron hechas; enviaste tu espíritu, y fueron creadas, y no hay nada que resista a tu voz.” (Judit 1.16-17). El mejor comentario del pasaje de Gn 1 sería la afirmación del salmista: “Por el Habla de Hashem fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.” (Sal 33.6). Los cielos inmensos son el efecto de su Habla creador, y todo su ejército, o maravillosas constelaciones ordenadas de los astros, son obra del aliento de su boca. El salmo aquí depende del relato del Génesis, donde enfáticamente se dice: “Dijo, y fue hecho.” Por tanto, si en el “principio,” en la creación de las cosas, pues todas van a ser creadas por el Habla, éste existía ya, es que no sólo es anterior a ellas, sino que es eterno. Y si el Habla de Dios ya existía al principio de la creación e hizo la creación, no puede ser parte de lo creado; y siendo esto así, debe ser desde la eternidad y, por tanto, Dios. Porque no hay nada intermedio entre la existencia antes del principio, o desde el principio, y la existencia eterna, entre la criatura y Dios. Con esto corresponde lo que Ieshúa declara de sí mismo: “Antes que el mundo existiera” Jn 17.5; "Antes de la fundación del mundo" Jn 17.24. Algo existía antes del mundo y de la creación de todas las cosas, y ese debe ser Dios. Por lo tanto, el origen del Habla de Dios no se plantea por considerarle eternamente preexistente a todo lo creado. El Discípulo Amado identifica a Ieshúa como el Habla de Dios y lo entendemos de la siguiente manera: Así como el Habla de una persona es primeramente concebida en el pensamiento, y luego es la imagen expresa del pensamiento. Así el Hijo de Dios es llamado el Habla de Dios, porque fue concebido en el Padre, luego engendrado a su imagen, porque de él salió. De manera que es su hijo. Además, de la misma manera, a efectos ilustrativos, así como el Habla de una persona revela lo que está oculto en sus pensamientos, el Habla de Dios es la revelación de su Ser con su creación.