Jn 7.15 dice:
«Y los judíos se maravillaban, diciendo: ¿Cómo sabe éste las letras, no habiendo aprendido nunca?»
(Jn 7.15).
(Jn 7.15).
El contexto dice que Ieshúa «enseñaba», y mientras enseñaba, la gente se maravillaba diciendo: «¿Cómo sabe éste las letras, no habiendo aprendido nunca? Lo mismo se aplica a Kéfa /"Pedro" y Iojanán /"Jn", «eran hombres iletrados del pueblo común» (Hch 4.13). La Sagrada Escritura, el Taná"j /A.T. es llamado, «Letras Sagradas» en 2Ti 3.15. Así de un hombre erudito se dice en Is 29:11, que es uno que יודע הספר, επισταμενος γραμματα, «conoce las letras», como la Septuaginta traduce allí el texto hebreo. Una expresión similar en el mismo Evangelio de Jn se utiliza para referirse a la Torá de Moshé: «si creyerais a Moshé, me creeríais a mí; porque él escribió sobre mí. Pero si no creéis en sus letras, ¿cómo vais a creer en mis palabras?» (Jn 5.46-47). Porque nadie sabía de dónde procedía su sabiduría, «¿de dónde ha sacado éste esta sabiduría?» (Mt 13.54), porque su sabiduría, inteligencia y conocimiento no procedían de la doctrina de los hombres o de los fariseos, escribas o rabinos, Ieshúa manifestó que su enseñanza venía directa de Dios, sin mediadores: «como mi Padre me enseñó, estas cosas hablo». (Jn 8.28).
Generalmente se supone que un maestro o rabino tenía otros maestros por encima de él que le enseñaban la doctrina interpretada por ellos de la Torá. De Ieshúa no se había oído nada de esto, de ahí la pregunta en Jn 7.15 «¿Cómo sabe éste las letras, no habiendo aprendido nunca?». Es por esta razón que no responde «en nombre» de la autoridad de algún otro rabino, maestro, escriba o fariseo, y responde:
«Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.»
(Jn 7.16).
(Jn 7.16).
La «tradición de los ancianos» (Mt 15:2), cuyos términos técnicos son Masorá (entrega, es decir, de un rabino a otro) y Cabalá (recepción divina de un rabino a otro), en lugar de conducirlos a un conocimiento directo de Dios, cegó, en cierto punto, su percepción espiritual, a tal punto que por la tradición recibida como enseñanza divina «violaban el mandamiento de Dios» (Mt 15.3). La «tradición», por decirlo de alguna manera, que Ieshúa representa viene de Dios. En Ieshúa está la verdadera Masorá. Lo que se dice de Moisés (Dt 34.10-12) es cierto de Ieshúa en un grado mucho mayor. El Padre, en la obra de darse a conocer a los hombres, no tiene más órgano que el Hijo, Habla de su poder, y poseen un conocimiento perfecto y exclusivo, el Uno del Otro. Como la voluntad de Dios, así la voluntad de Ieshúa revela la verdad sólo a los receptivos ('a quien el Hijo quiera' - Mt 11.27). Ieshúa es el verdadero y perfecto Mediador de la revelación de Dios a los hombres (cf. Jn 17). Pero el Hijo mismo no es sólo el Mediador de la revelación que comunica al receptivo el conocimiento de Dios, sino que es Él mismo un misterio, abierto sólo a Dios. Ieshúa habla como la Sabiduría Divina personificada (Pr 8 ), y el Padre impregna toda enseñanza en su Hijo. Ieshúa dijo de él mismo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.» No dice «nadie va al Padre», dice: «Nadie viene al Padre». Esto nos enseña que el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre. Y habiendo dicho antes: «Nadie puede venir a mí, si mi Padre no lo trajere» (Jn. 6.44) ahora dice «Nadie viene al Padre si no es por mí». Uno es traído por el Padre al Hijo y por el Hijo al Padre. De modo que el camino al Padre es el Hijo y el camino al Hijo es el Padre, y en esta unión indisoluble encontramos la verdad.