Con bastante frecuencia en los escritos de Filón de Alejandría, y el Séder Eliáhu Rabá (25[27], pg. 138-139), el hebreo Israel es una contracción de "ish-raá-el", "El hombre que vio a Dios". (Nahúm Sarna pg. 405).
Jacob es llamado así, porque él a pesar que vio a un varón luchando contra él, reconoció a través de la visión espiritual, que ese varón era Dios. El contexto lo ratifica: "Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma" (Gn 32.30)
Del hebreo איש ish, hombre (la א Álef se contrae), y ראה raá, él vió y אל El, Dios; y esto corresponde al nombre que Jacob impone sobre el lugar, llamándolo פניאל Peniel, “Rostro de Dios”, lo que causó que dijera (Gén. 32.30) :ראיתי אלהים פנים אל פנים, Raiti Elohim panim el panim, i.e., “Yo he visto a Dios cara a cara”.
La “Vocación” de Natanael (v. 45-51)
La última vocación que se presenta en capítulo 1 de Jn es la de Natanael. El nombre de Natanael significa “don de Dios.” La escena se presenta así: Viéndole Ieshúa venir hacia él, después que Felipe le había dicho que habían encontrado al Mesías en la persona de Ieshúa de Nazaret, al verle, y cercano ya, pues responde a la afirmación del Mesías, le dice: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay confusión.” Esta expresión va cargada de sentido.
En la frase “He aquí verdaderamente un israelita,” el adverbio verdaderamente indica que es digno del nombre que se tiene o da, que responde intrínsecamente a su nombre. Natanael, “don de Dios,” es, en consecuencia, un hombre que es con toda autenticidad un verdadero israelita. El Mesías habló en arameo, donde el adjetivo aquí usado, “israelita,” es empleado muy raramente. Normalmente se usa o el mismo nombre “Israel” o “hijo de Israel.” El sentido de la frase del Mesías es: “He aquí un hombre verdaderamente digno de llamarse Israel.” ¿Qué intenta decir Ieshúa con estas palabras?
Parece ser que al ser llamado Israel evoca la idea de ver y reconocer a Dios, tal y como Jacob reconoció que aquel varón con el que luchaba era Dios.
A esto mismo lleva, como una confirmación pleonástica, la otra expresión: “en quien no hay confusión.” La palabra griega usada aquí (δόλος) indica todo género de engaño y confusión. Y el sentido es, que Israel es aquel en quien no hay confusión, pues ve a su Dios con claridad.
Sobre esta interpretación, es muy probable que el evangelista intente decir más, o, al menos, completarlo con nuevos datos.
Por eso, si el nombre de Israel implica la idea de ver a Dios, que es la ausencia de toda “confusión,” esta palabra, en la teología de Jn, evocaba la idea de “ver” o de “reconocer a Dios.”
Y de esto hay una nueva confirmación en estos pasajes del evangelio de Jn. Todo el relato de Juan está dominado y como finalizado por la idea de “ver,” y especialmente de “ver” a Ieshúa.
(1) Felipe dijo a Natanael que fuera a “ver” al Mesías (v.46).
(2) Ieshúa “vio” a Natanael que se le acercaba, dijo de él: “He aquí un hombre verdaderamente digno de llamarse Israel (hombre-que-ve-a-Dios),” que es la ausencia de toda “confusión”. (v.47)
(3) Natanael le respondió diciendo: ¿De dónde me conoces? Y Ieshúa le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, “te vi”. (v. 48 )
(4) Natanael “ve y reconoce” al Mesías en Ieshúa diciendo: “Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.” (v. 49)
(5) Ieshúa le dijo: ¿Porque te dije: Te “vi” debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas “verás”.
(6) Precisamente el Mesías, en este relato, prometerá a Natanael que “verá,” evocando el pasaje de la escalera de Jacob, a los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre (v.51): "De aquí adelante “verán” el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre".
Esto explica aún mejor porque una persona que solía llamarse israelita una vez rechaza en reconocer a Ieshúa como el Mesías, viene a no ver, a estar “ciego”, por lo que no merece el nombre de Israel: “el que ve a Dios.” En cambio, Natanael es un judío fiel a Dios en su fe y en su práctica; es un ser humano que, en este sentido, “ve” a Dios, por lo que es digno de ser llamado con toda verdad “Israel”. Vio y reconoció a Ieshúa como el Mesías e Hijo de Dios. Y como premio a esta fidelidad a Dios, que es la óptima preparación para recibir al Mesías, se le promete que “verá” a éste en lo que es: el Hijo de Dios.
¿Qué valor tiene aquí el primer título que se le da, de “Hijo de Dios”? La revelación de su divinidad la va haciendo el Mesías paulatinamente a sus mismos discípulos. Sería, pues, increíble que, al primer encuentro con Natanael, le revelase su divinidad. Además, la promesa que le hace en seguida (v.50.51) parece excluir igualmente esto. Es, sin duda, una interpretación posterior del evangelista. Si fuese un sinónimo del título Mesías sería tautología. A la confesión mesiánica de Natanael sigue una promesa en que el Mesías le anuncia cosas mayores. Y la promesa se hace colectivamente (ψεσε), aludiendo, seguramente, a los demás discípulos hasta ahora reclutados, lo que no excluye la misma realidad para los futuros.
La promesa se hace con la fórmula introductoria de “en verdad, en verdad les digo.” En el Tana”j (“Antiguo Testamento”) aparece esta fórmula igualmente repetida, pero en el sentido exclusivo de una adhesión a lo que se dijo (Nm 5.22; Ne 8.6; Sal 41.14; Sal 72.19). Es un uso equivalente al de nuestra liturgia. Pero aquí tiene el sentido de una afirmación solemne. Sólo en el Libro de Jn aparece duplicada en boca del Mesias. Los sinópticos, que también la recogen en boca del Mesias en varias ocasiones, sólo la ponen en la forma simple de un solo “en verdad.” En arameo y hebreo, esto corresponde a la dúplica de la palabra amén: אמן אמן, “amén, amén”. Según la guematría (donde cada letra hebrea posee un valor numérico), el total de la suma de “amén, amén” tiene la misma guematría para el nombre Iaacóv /Jacob (יעקב) - el hombre que es aludido en el pasaje presente de Jn, a quien se le cambió el nombre por Israel-el-hombre-que-vio-a-Dios, y el hombre que vio al Mesías sobre una escalera con los ángeles ascendiendo y descendiendo sobre él. La promesa que proféticamente el Mesías les hace, y cuyo sentido preciso es discutido, es la siguiente: “Verán abrirse el cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre.”
Esta profecía alude, literaria y conceptualmente, a la visión de la escalera de Jacob, relatada en Génesis (Gn 28.12.13). Si el “movimiento” de los ángeles significaba la comunicación de Dios con los hombres, ahora todo esto se hace por el Mesías-Mediador (1Tim. 1.5). Los Targumím traducen este pasaje así: וְהָא יְקָרָא דַּייָ מְעַתַּד עִלָּווֹהִי, “Y he aquí que la gloria de Hashem (IHVH) estaba sobre ella (la escalera).” Esta subida/bajada de ángeles por la escala indica la comunicación y el encuentro de Dios con los seres humanos; lo que se acusa, expresamente, diciéndose que sobre la escala “estaba IHVH” (Gn 28.13). Esto por el “procedimiento de traslación” se pasa a un nuevo elemento que Jn introduce: el Hijo del hombre. No por la “escala,” sino que se verá esta δόζα θεού , “sobre” (επί) el Hijo del hombre. Si el cielo que se “abre” y el movimiento de los ángeles era la “manifestación” de la “gloria de Dios,” ahora todo sucede “sobre” el Hijo del hombre. Los discípulos “serán testigos de la constante unión e intimidad que existe entre él y el Padre. Los milagros, si bien no son la única prueba, se encargarán de demostrarlo” (Wlkenhauser, o.c., 109), especialmente al ser “elevado” a la diestra del Padre por la “gloria” de su resurrección. En efecto, esta glorificación del Mesías que verán los discípulos, es un tema que incluye un especial y rico contenido en el evangelio de Jn y que son las “cosas mayores” que “verán.”
Afrahat (c. 270–c. 345) ܐܦܪܗܛ - Sobre la Oración (ACCS 2.188 ) hizo el siguiente comentario. Dice asi:
Jacob es llamado así, porque él a pesar que vio a un varón luchando contra él, reconoció a través de la visión espiritual, que ese varón era Dios. El contexto lo ratifica: "Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma" (Gn 32.30)
Del hebreo איש ish, hombre (la א Álef se contrae), y ראה raá, él vió y אל El, Dios; y esto corresponde al nombre que Jacob impone sobre el lugar, llamándolo פניאל Peniel, “Rostro de Dios”, lo que causó que dijera (Gén. 32.30) :ראיתי אלהים פנים אל פנים, Raiti Elohim panim el panim, i.e., “Yo he visto a Dios cara a cara”.
La “Vocación” de Natanael (v. 45-51)
La última vocación que se presenta en capítulo 1 de Jn es la de Natanael. El nombre de Natanael significa “don de Dios.” La escena se presenta así: Viéndole Ieshúa venir hacia él, después que Felipe le había dicho que habían encontrado al Mesías en la persona de Ieshúa de Nazaret, al verle, y cercano ya, pues responde a la afirmación del Mesías, le dice: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay confusión.” Esta expresión va cargada de sentido.
En la frase “He aquí verdaderamente un israelita,” el adverbio verdaderamente indica que es digno del nombre que se tiene o da, que responde intrínsecamente a su nombre. Natanael, “don de Dios,” es, en consecuencia, un hombre que es con toda autenticidad un verdadero israelita. El Mesías habló en arameo, donde el adjetivo aquí usado, “israelita,” es empleado muy raramente. Normalmente se usa o el mismo nombre “Israel” o “hijo de Israel.” El sentido de la frase del Mesías es: “He aquí un hombre verdaderamente digno de llamarse Israel.” ¿Qué intenta decir Ieshúa con estas palabras?
Parece ser que al ser llamado Israel evoca la idea de ver y reconocer a Dios, tal y como Jacob reconoció que aquel varón con el que luchaba era Dios.
A esto mismo lleva, como una confirmación pleonástica, la otra expresión: “en quien no hay confusión.” La palabra griega usada aquí (δόλος) indica todo género de engaño y confusión. Y el sentido es, que Israel es aquel en quien no hay confusión, pues ve a su Dios con claridad.
Sobre esta interpretación, es muy probable que el evangelista intente decir más, o, al menos, completarlo con nuevos datos.
Por eso, si el nombre de Israel implica la idea de ver a Dios, que es la ausencia de toda “confusión,” esta palabra, en la teología de Jn, evocaba la idea de “ver” o de “reconocer a Dios.”
Y de esto hay una nueva confirmación en estos pasajes del evangelio de Jn. Todo el relato de Juan está dominado y como finalizado por la idea de “ver,” y especialmente de “ver” a Ieshúa.
(1) Felipe dijo a Natanael que fuera a “ver” al Mesías (v.46).
(2) Ieshúa “vio” a Natanael que se le acercaba, dijo de él: “He aquí un hombre verdaderamente digno de llamarse Israel (hombre-que-ve-a-Dios),” que es la ausencia de toda “confusión”. (v.47)
(3) Natanael le respondió diciendo: ¿De dónde me conoces? Y Ieshúa le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, “te vi”. (v. 48 )
(4) Natanael “ve y reconoce” al Mesías en Ieshúa diciendo: “Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.” (v. 49)
(5) Ieshúa le dijo: ¿Porque te dije: Te “vi” debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas “verás”.
(6) Precisamente el Mesías, en este relato, prometerá a Natanael que “verá,” evocando el pasaje de la escalera de Jacob, a los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre (v.51): "De aquí adelante “verán” el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre".
Esto explica aún mejor porque una persona que solía llamarse israelita una vez rechaza en reconocer a Ieshúa como el Mesías, viene a no ver, a estar “ciego”, por lo que no merece el nombre de Israel: “el que ve a Dios.” En cambio, Natanael es un judío fiel a Dios en su fe y en su práctica; es un ser humano que, en este sentido, “ve” a Dios, por lo que es digno de ser llamado con toda verdad “Israel”. Vio y reconoció a Ieshúa como el Mesías e Hijo de Dios. Y como premio a esta fidelidad a Dios, que es la óptima preparación para recibir al Mesías, se le promete que “verá” a éste en lo que es: el Hijo de Dios.
¿Qué valor tiene aquí el primer título que se le da, de “Hijo de Dios”? La revelación de su divinidad la va haciendo el Mesías paulatinamente a sus mismos discípulos. Sería, pues, increíble que, al primer encuentro con Natanael, le revelase su divinidad. Además, la promesa que le hace en seguida (v.50.51) parece excluir igualmente esto. Es, sin duda, una interpretación posterior del evangelista. Si fuese un sinónimo del título Mesías sería tautología. A la confesión mesiánica de Natanael sigue una promesa en que el Mesías le anuncia cosas mayores. Y la promesa se hace colectivamente (ψεσε), aludiendo, seguramente, a los demás discípulos hasta ahora reclutados, lo que no excluye la misma realidad para los futuros.
La promesa se hace con la fórmula introductoria de “en verdad, en verdad les digo.” En el Tana”j (“Antiguo Testamento”) aparece esta fórmula igualmente repetida, pero en el sentido exclusivo de una adhesión a lo que se dijo (Nm 5.22; Ne 8.6; Sal 41.14; Sal 72.19). Es un uso equivalente al de nuestra liturgia. Pero aquí tiene el sentido de una afirmación solemne. Sólo en el Libro de Jn aparece duplicada en boca del Mesias. Los sinópticos, que también la recogen en boca del Mesias en varias ocasiones, sólo la ponen en la forma simple de un solo “en verdad.” En arameo y hebreo, esto corresponde a la dúplica de la palabra amén: אמן אמן, “amén, amén”. Según la guematría (donde cada letra hebrea posee un valor numérico), el total de la suma de “amén, amén” tiene la misma guematría para el nombre Iaacóv /Jacob (יעקב) - el hombre que es aludido en el pasaje presente de Jn, a quien se le cambió el nombre por Israel-el-hombre-que-vio-a-Dios, y el hombre que vio al Mesías sobre una escalera con los ángeles ascendiendo y descendiendo sobre él. La promesa que proféticamente el Mesías les hace, y cuyo sentido preciso es discutido, es la siguiente: “Verán abrirse el cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre.”
Esta profecía alude, literaria y conceptualmente, a la visión de la escalera de Jacob, relatada en Génesis (Gn 28.12.13). Si el “movimiento” de los ángeles significaba la comunicación de Dios con los hombres, ahora todo esto se hace por el Mesías-Mediador (1Tim. 1.5). Los Targumím traducen este pasaje así: וְהָא יְקָרָא דַּייָ מְעַתַּד עִלָּווֹהִי, “Y he aquí que la gloria de Hashem (IHVH) estaba sobre ella (la escalera).” Esta subida/bajada de ángeles por la escala indica la comunicación y el encuentro de Dios con los seres humanos; lo que se acusa, expresamente, diciéndose que sobre la escala “estaba IHVH” (Gn 28.13). Esto por el “procedimiento de traslación” se pasa a un nuevo elemento que Jn introduce: el Hijo del hombre. No por la “escala,” sino que se verá esta δόζα θεού , “sobre” (επί) el Hijo del hombre. Si el cielo que se “abre” y el movimiento de los ángeles era la “manifestación” de la “gloria de Dios,” ahora todo sucede “sobre” el Hijo del hombre. Los discípulos “serán testigos de la constante unión e intimidad que existe entre él y el Padre. Los milagros, si bien no son la única prueba, se encargarán de demostrarlo” (Wlkenhauser, o.c., 109), especialmente al ser “elevado” a la diestra del Padre por la “gloria” de su resurrección. En efecto, esta glorificación del Mesías que verán los discípulos, es un tema que incluye un especial y rico contenido en el evangelio de Jn y que son las “cosas mayores” que “verán.”
Afrahat (c. 270–c. 345) ܐܦܪܗܛ - Sobre la Oración (ACCS 2.188 ) hizo el siguiente comentario. Dice asi:
"Nuestro padre Jacob también oró en Betel y vio la puerta del cielo abierta, con una escalera que subía a lo alto. Este es un símbolo de nuestro Redentor que Jacob vio, la puerta del cielo es el Mesías, de acuerdo con lo que dijo: "Yo soy la puerta de la vida, todo el que por mí entrare, vivirá para siempre" (Jn. 10.9) David también dijo: "Esta es la puerta del Señor, por la que entrarán los justos" (Sal. 118.20). Una vez más, la escalera que Jacob vio es un símbolo de nuestro Redentor en la que por medio de él los justos ascienden desde la parte inferior de la realidad a la parte superior. La escalera es también un símbolo de la cruz de nuestro Redentor, la cual fue levantada como una escalera, con el Señor encima de ella". Dice Afrahat (cuyo nombre después de la inmersión cambió a Iaacóv según él cuenta), que la escalera es símbolo de la cruz, basado en el texto hebreo de este pasaje que dice: "Y he aquí, IHVH estaba erguido encima de ella" (Génesis 28.13).
Como explica Afrahat, Jacob vio la presencia del Mesías sobre la cruz. El valor numérico de פנים אל פנים, panim el panim (“cara a cara”) es el mismo valor numérico para el nombre del Mesías, y por el nombre de Jacob fue llamado: Israel.
Una persona que rechaza en reconocer a Ieshúa como el Mesías, viene a no ver, a estar “ciego”, por lo que no merece el nombre de Israel: “el que ve a Dios.” Pero el que lo recibe, como lo hizo Natanael, es digno de ser llamado con toda verdad Israel: “el que ve a Dios”.