פרשת בראשׁית
Parashát Bereshit - La Palabra de Elohím
La Historia de la Creación, como es de conocerse desde el capítulo I del Séfer Bereshit, es una de las más dedicadas parashiot de toda la Torá. Los temas de peso filosóficos y teológicos que se presentan, la proximidad que ofrece a los secretos de los orígenes del universo, con todos sus misterios y fascinación, y – quizá más que cualquier cosa – las numerosas dificultades exegéticamente profundas que el estudio de este capítulo contienen – todo ello ha hecho de este relato una fuente inagotable de inspiración para comentario a través de las generaciones. Solo una ojeada al Jumash Mikraot Guedolot y al número de páginas, en relación con otros capítulos en la Torá, que están dedicados a algunos versos del capítulo I en Bereshit es de suficiente evidencia de su importancia exegética y religiosa.
Del pasaje de la aparición de la luz, hay bastante diferencia entre lo que dice la versión más popular de la Biblia en castellano de lo que el texto hebreo transmite según algunos intérpretes judíos. Por ejemplo, el inicio de la Torá es traducida por algunos exégetas judíos cómo: "En el comienzo del crear Dios los cielos y la tierra, cuando la tierra estaba caótica y desolada, con la oscuridad cubriendo la superficie del abismo y el Espíritu de Elohim cerniéndose sobre la superficie de las aguas, dijo Dios: Sea la luz y hubo luz" (Séfer Bereshit 1:1-3) Cuando se realiza la lectura de otras traducciones de este verso, se entiende que el tema principal del comienzo del libro es la creación de los cielos y de la tierra. Pero cuando la lectura es según la traducción presentada arriba, se entiende que el tema principal del comienzo del libro es el momento en que Dios "habló". Y parece ser que así es como lo entendía el discípulo amado autor del IV Evangelio, donde el inicio de este evangelio se desarrolla en base a las mismas tres columnas del inicio del relato de la creación: "En el principio" "Dios" y su "Palabra".
El tema principal del Génesis en sus primeros versículos no es tanto el hecho de que Dios creó el cielo y la tierra, pues de hecho la Torá lo menciona como sobre entendido, sino que el tema principal, aquello en lo que hace énfasis es en el momento en que ocurrió ויאמר אלהים “Vaiómer Elohim ("Y dijo Dios"). Y estoy convencido que así lo entendía el discípulo amado que inicio su himno introductorio con las palabras: בקדמא הוא מימרא ("En el principio era la Palabra").
La narrativa del Séfer Bereshit señala que Dios "habló" en una comunicación lineal progresiva establecida dentro del tiempo y el espacio, lo que nos indica que Dios entró a este mundo finito – a la creación. Con el término "palabra" como dice el salmista "Por la Palabra ("Davar") de Dios fueron hechos los cielos… porque él dijo y fue hecho" (Salmos 33:6, 9), debe de entenderse que la revelación de Dios dentro de esta finita creación es llamada "Palabra" únicamente a efectos ilustrativos de su cualidad de revelación: tal como el habla de la persona revela a quienes escuchan lo que estaba escondido y oculto en sus pensamientos, así también a la revelación de Dios inaccesible, dentro de esta creación se le llama "Palabra".
Esto significa que la Palabra de Dios es Dios revelándose a sí mismo dentro de esta finita creación. Poseyendo este conocimiento, el discípulo amado se vio en la libertad y la responsabilidad, como discípulo principal que era del Mashíaj, de publicar lo siguiente:
בקדמא הוא מימרא
ומימרא הוא לות אלהא
ואלהא הוא מימרא
En el principio era la Palabra
Y la Palabra era con Dios
Y Dios era la Palabra.
(IV Evangelio 1.1)
El inicio del relato de la creación inicia con "Bershit bará Elohim" comúnmente traducido "En el principio creó Dios". A lo largo de la narrativa de la semana de la creación Dios se encuentra en comunicación lineal progresiva con su Palabra. Dios dijo "Sea la luz" y la Palabra de Dios hizo la luz. En otras palabras, Dios daba la orden y su Palabra, su Revelación dentro la finita creación, ejecutaba instantáneamente. Y así es como lo entendían los antiguos, de entre los cuales podría citarse el Séfer Ezrá Bet: "Señor mío, mi dueño, el primer día dije, que en el comienzo de tus decretos, dijiste: Que el cielo y la tierra sean; tu Palabra ejecutaba" (II Esdras 6:38) Por eso es que en la semana de la creación Dios hablando en plural numérico le comunica a su Palabra "Hagamos al hombre" (vr. 26), y continúa la narrativa que Dios ("Elohim") hizo al hombre, es decir, la Palabra que también es llamada Elohim, hizo al hombre por la orden de Dios ("Elohim").
El momento del ingreso de Dios dentro de esta finita creación, ingreso y revelación a la creación que se designa como "Palabra de Dios", se entiende y se explica al leer las palabras del inicio del libro "Bereshit bará Elohim" como "En el principio engendró a Elohim". En esta lectura la palabra "bará" se traduce según la filología de la riqueza de la lengua aramea. El Zohar en el Séfer Bereshit, (circa 8-9), dice que cuando el arameo aparece en las Sacras Escrituras, es un código lo que se está entregando - un mensaje oculto. Esto se explica en un análisis de por qué Jeremías 10:11 está en arameo, aunque la mayor parte del libro está en hebreo. Por ejemplo, el Zohar en la palabra Bereshit dice que puede leerse "Bara" (heb. creó) "Shit" (aram. Seis) aludiendo a los "seis" días en que se "creó" en la primera semana. Habiendo dicho esto, si leemos la palabra "bará" en arameo, la traducción sería: "En el principio engendró a Elohim". En otras palabras, la misma esencia de Dios que se encontraba oculta a la creación, ingresó ("un engendramiento") a la creación para revelarse y darse a conocer a ella. De manera que, después de este engendramiento inicia la conversación entre Elohim (fuera de la creación) y Elohim (Dios dentro de la creación) que salió del ámbito que se encuentra fuera de la creación para manifestarse y revelarse a la creación. Y por este engendramiento, este acto de "salir de Dios", es que a Elohim, a la Palabra de Dios, se le designa el título de "Hijo", porque no solo salió de Dios, sino que es la misma esencia de Dios revelada en este mundo, es Dios revelándose y dándose a conocer, es Dios expresándose dentro de la dimensión del tiempo y el espacio, es la manifestación de Dios, y como dice La Taniá, el texto fundamental de la filosofía Jasídica de Jabad por Shneur Zalman: "Él ("Dios") y sus vivicaciones son uno, él y sus etiologías son uno… todas son la Divinidad".1 Por eso la mayor mitzvá ("mandamiento") que dice que Dios es uno ("ejad") nos indica que lo Superior, Dios, y su manifestación son uno y el mismo.
Este no es un concepto pagano o greco-romano, como los mal informados deseosos de retirarle la honra merecedora del Mashíaj para así mantenerlo equivocadamente en un estado constante de "ser humano" suelen afirmar al aferrarse a la técnica del perico: "Repetir y repetir lo que otro dijo, porque fue de mi agrado, sin entenderlo". Pero lo narrado en el inicio del himno del Discípulo Amado en es tan cercano a la enseñanza hebrea en casi toda su naturaleza, tanto así, que en paralelo podría citarse el comentario siguiente de un judío popularmente conocido como Menajem de Recanati que vivió a finales del siglo XIII:
«El Santo-bendito-sea», escribió Menajem de Recanati, «no es un aspecto separado de la Torá, la Torá no le es exterior, y él no es algo exterior a la Torá. Asimismo, los sabios han dicho: el Santo-bendito-sea es la Torá». (Menajem de Recanati, Taaméi ha-Mitzvot, 3a)
A todo esto podría añadirse el comentario de uno de los discípulos de Ieshúa, conocido como Iosef bar Navá, que indica lo siguiente: "Adonái se dignó a padecer por nuestra alma, siendo como es el Adón Olám ("el Amo del Universo"), a quien Dios dijo desde la constitución del mundo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Igrata de'Bar Navá Shlijá V, 5).
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1 Shneur Zalman de Liada, Likutéi Amarim – Tania (Brooklyn, NY: Kehot Publication Society, 1996), Igeret Haqodesh, Cap. 20.